lunes, 11 de noviembre de 2013

Marrakech, c'est fini

Voy a terminar esta serie de entradas sobre Marruecos en el mismo lugar donde finalizó mi viaje. Procedentes de Ouarzazate, después de visitar la cinematográfica kasbah de Ait ben Addou y atravesar el Alto Atlas central, llegamos a Marrakech, poco antes del ocaso, cuando la recortada silueta de la Koutoubia rompía el horizonte y se despedía, con sosiego y cautivadora pereza, de los rayos solares.

Después de asearnos y cenar, salimos a dar un corto paseo por los alrededores del hotel, de esmerada decoración, muy bien situado en la larguísima y rectilínea Avenida de Mohamed VI, enfrente del Teatro Real de la Ópera, junto a la estación de ferrocarril, de la que me llamó la atención su estructura modernista. Nos tomamos las habituales copas sin alcohol, gin-tonic sin gin, y a la cama.

La primera visita de la mañana siguiente fue para La Menara. Rodeada de un jardín de olivos preñados de fruto, nos defraudó. La vi muy descuidada, el estanque con el agua muy turbia, de un color verde amarronado, donde pugnaban por la comida unos enormes peces engordados, supongo, con la porquería de las aguas. A ello se sumó la desagradable voz de un guía local que no se esforzaba lo más mínimo por ser oído.

El Teatro Real de la Ópera
A continuación,debido a un enorme atasco de circulación en la Avenida de La Menara, nos dirigimos a pie hacia La Koutoubía, cuyo minarete,  hermano gemelo de La Giralda de Sevilla, es visible desde cualquier punto de la ciudad. Solamente nos fue permitido contemplar el exterior.


La Koutoubia
Sorteando motocicletas y vehículos de todas clases, por la maravillosa puerta Bab Agnaou, atravesamos la rojiza muralla de la Medina y comenzamos su exploración pateando sus callejuelas en las que los artesanos fabrican ante nuestros ojos sus artículos y los comerciantes tratan de colocarnos los objetos más inverosímiles.


Puerta de Bab Agnaou

La Medina
Me dio la impresión de ser más pequeña que la de Fez, más ordenada, menos agobiante y algo más limpia. Almorzamos, en un precioso y típico restaurante marroquí en la propia Medina, un tajine compuesto por huevos escalfados sobre una salsa de tomate y verduras, acompañado de unas albóndigas planas, semejantes a pequeñas hamburguesas, con un marcado sabor a especias.

En el restaurante
A la salida nos dirigimos para visitar las Tumbas Saadies. Se trata de un mausoleo con tres hermosos habitáculos situados en un pequeño jardín cementerio; un oasis de paz en medio del bullicio exterior, a pesar de los numerosos visitantes que debimos de hacer cola para ver la sala de las doce columnas. Nos tuvimos que conformar con observarla desde una valla que impide el acceso al interior. Me vino a la memoria la exquisita decoración de los palacios nazaríes de la Alhambra.

Tumbas saadies
Seguidamente pasamos a visitar el Palacio de la Bahía con sus delicadas filigranas y coloridos artesonados, destacando el salón de embajadores sobre todos los demás. Allí vi algo que llamó poderosamente mi atención, poniendo aún más de relieve los contrastes observados en el país: una mujer musulmana, ataviada totalmente de negro, cubierta de pies a cabeza de tal forma que solamente se le veían los cristales de las gafas, se dedicaba a fotografiar todo con una tablet. Me dio la impresión de que se traba de una señora mayor, pero no tengo ninguna certeza. Tal como iba vestida no puedo asegurar nada.

Palacio de la Bahía

Con la tablet en la mano
Salimos de allí y encaminamos nuestros pasos hacia la Plaza de Jemaa el Fna, alma y corazón de la ciudad, punto de reunión de sus habitantes y turistas. En su amplia explanada, rodeada de tenderetes, bulle un conjunto abigarrado de sensaciones y manifestaciones de las que es difícil encontrar parangón en ningún otro lugar de los que he visitado.


La Plaza Jemaa el Fna a media tarde
Charlatanes, cuentistas, saltimbanquis, aguadores, contorsionistas, encantadores de serpientes, domadores de monos y vendedores de todo, parecían estar representando, como todos los días, el papel asignado a cada uno de estos personajes. Numerosas tiendas y vendedores de comida ambulantes, amén de los establecidos en torno a la plaza completan un ambiente colorista al que, en ese atardecer mágico, se sumaron los dorados rayos del sol próximo a su ocaso. 

El encantador de serpientes
Huyendo de quien pretendía colocarme una serpiente sobre los hombros, nos internamos en el zoco, donde el desagradable olor de uno de los tugurios donde estaban sacrificando gallinas, se mezclaba con el de los dátiles, especias, frutas, hierbas aromáticas, artículos de piel, y otros a carnes y pescados.

Cuando el canto de muecín llamaba a los fieles a la oración, volvimos a la plaza. Con el crepúsculo, el escenario estaba modificándose. Habían desaparecido los anteriores actores y un sinfín de tramoyistas, como si la llamada religiosa hubiera sido una señal acordada, estaban cambiando el decorado por un gran número de una especie de restaurantes al aire libre con sus fogones, sus mesas y sus expositores. Daba comienzo la nueva representación. Dimos una vuelta sorteando las insistentes invitaciones de los improvisados chefs y, no sin cierto pesar, marchamos hacia el hotel donde teníamos preparada la cena.

Al anochecer, la plaza se transforma
La siguiente jornada nos la tomamos con calma. Era un día de tiempo libre para hacer de nuestra capa un sayo, y a ello nos dispusimos. Después de desayunar nos fuimos al cercano jardín El Hartí, frontera de la medina y la ciudad moderna, lugar idóneo para disfrutar de unos momentos de tranquilidad en este cuidado jardín botánico. Al pasar vimos el patio de un colegio lleno de bicicletas, el medio de transporte más común de los estudiantes marroquíes.


Jardín de El Harti

El estacionamiento del colegio
Salimos a la bulliciosa Plaza del 16 de noviembre en la que abundan notables comercios de firmas internacionales conocidas, y continuamos por la avenida de Mohamed V.  Esta amplia avenida arbolada es la arteria más importante de Guéliz, la ciudad nueva, en la que se encuentran los edificios modernos de oficinas, bancos, tiendas, restaurantes y las terrazas de los cafés. Al final se divisa la silueta inconfundible de La Koutoubia. 


Avenida de Mohamed V
Caminamos en dirección contraria y, al llegar a la confluencia con el bulevar Zekouni, nos sentamos en la terraza del Hotel la Renaissance para ver cómodamente el transcurrir de la ciudad, con la complicidad del agua tónica y la coca-cola, ante el veto que sufren las bebidas alcohólicas. Antes me había procurado un plano de la ciudad en la oficina de turismo que se encuentra enfrente.

Dos chicas, una de ellas con hiyab
Me sentía un tanto sorprendido por Marrakech. Al ser una población turística tan cosmopolita, pensé que sus habitantes habrían dejado un tanto de lado sus costumbres, pero no es así. Según mis percepciones, es en esta ciudad donde los contrastes, existentes en todo el país, se acentúan, tanto en la vestimenta como en la forma de vida.


Señora con litam
Desde nuestro sencillo mirador, observábamos con curiosidad, quizás con indiscrección, a los viandantes. Las mujeres, unas vestidas totalmente a la europea, otras con el nuevo hiyab, otras portando túnica de color y litam (pañuelo que cubre el rostro), y algunas completamente de negro, cubiertas hasta las cejas. Me dio la impresión, de que, descartando los pueblos del interior, abundaban en Marrakech las féminas totalmente cubiertas y de negro muchísimo mas que en Casablanca, Rabat o Fez.


Esta señora va al completo
En cuanto a los varones, la gran mayoría iban vestidos con atuendo occidental y algunos con chilabas e incluso con el clásico fez.  En las terrazas de las cafeterías solamente hombres, las damas brillaban por su ausencia, salvo rarísimas excepciones.  Las bebidas más consumidas son el te con menta y el agua, seguidos a distancia por los refrescos de cola. La mañana se nos había agotado, teníamos que ir a comer.

De vuelta para comer
Después del almuerzo y de una siesta reparadora, nuevamente a la calle. Como no podía ser menos, acudimos de nuevo a nuestra cita con la plaza Jemaa el Fna.  Nos jugamos la vida en un par de ocasiones al cruzar la calzada. Los vehículos, en especial las motocicletas, pasan a toda pastilla por los pasos de cebra y aunque los semáforos estén en color rojo. Esto es lo habitual en todas las ciudades, así que, al estar ya acostumbrados, no nos cogió de sorpresa.


Final de la Avenida Mohamed V

Apoltronados en el Café de France, nos dispusimos a disfrutar, por última vez, como meros espectadores, del sorprendente espectáculo cotidiano que se ofrecía a nuestros ojos en la plaza.


Otro aspecto de la plaza
Fuimos después a comprar unos dátiles al zoco y nos volvimos con las manos vacías ya que las condiciones higiénicas no nos parecieron las más idóneas. Una vez anochecido, abandonamos la plaza para ir a cenar.

En el zoco
Habíamos apalabrado la cena en un restaurante que nos pareció de nuestro gusto en el que nos aseguraron que podríamos tomar vino. Deseábamos despedirnos con un buen yantar. Pedimos la comanda compuesta de pescados y mariscos a la plancha, entre ellos langosta.

- ¿Y para beber, qué desean?
- Vino, tal como hemos quedado.
- No podemos servir vino.

Solicitamos la presencia del dueño y, ante su negativa, nos marchamos con viento fresco, enojados ante la falta de formalidad y profesionalidad manifestada. Para cenar con agua en cualquier lugar mejor que en ese. Lo hicimos en una cafetería cercana al hotel, frente a la estación de ferrocarril. No había gran cosa, pero no nos quedó otra opción, y las brochetas de cordero que yo tomé estaban muy ricas. Eso sí, regadas con... AGUA MINERAL.  

Estación de ferrocarril
A la mañana siguiente, salimos para el aeropuerto de La Menara un hora más tarde de lo previsto. Marruecos adaptó su horario al europeo ese día inesperadamente. Así finalizó este viaje a nuestro país vecino. Al llegar a España, en Medinaceli, en el bar en el que nuestro autobús hizo la parada técnica, lo primero que hice fue meterme entre pecho y espalda un bocadillo de jamón, acompañado de la correspondiente cerveza. Había que quitar el mono cuanto antes.

24 comentarios:

  1. Gracias por invitarnos al viaje, unas fotos muy descriptivas, la puerta de Bab Agnaoume ha gustado mucho, no conozco Marraketch, bueno ahora un poquito. Me alegro de que por fin pudierais tomaros una cervecita. Abrazos

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  2. Tu crónica ha sido el más eficaz medio de transporte para viajar a ese Marrakech que aún atesora sus costumbres, sus olores a especias, sus abigarrados colores, su legado artístico, su intolerancia hacia la igualdad de género y sus restaurantes sin vinos.
    Siempre que viaje al extranjero echo mucho de menos nuestra gastronomía. Entiendo, pues, ese mono de bocata de jamón y cervecita, Felipe.

    Un abrazo.

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    1. Yo también la echo en falta, aunque hay países en los que se come más a nuestro gusto. Abrazos

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  3. Es muy agradable, interesante y divertido viajar contigo. Gracias Felipe.

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    1. Gracias a ti por acompañarme en mis viajes, siempre es más agradable. Besos

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  4. Cuando mis hijos, que suele viajar a menudo, regresan de un viaje al extranjero les pido que me cuenten aparte de los monumentos y ciudades (preferentemente) como vive la gente y sus costumbres, tú has hecho ambas cosas estupendamente en este reportaje de Marrakech, con detalles interesantes contados de primera mano y, te aseguro que he disfrutado con su lectura
    Un abrazo.

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    1. Me gusta observar a la gente cómo viste, cómo come, cómo se divierte, en fin, cómo vive. Contemplar solamente los monumentos es quedarse a medias. Abrazos

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  5. Me siguen impresionando esas mujeres tapadas hasta los ojos.
    Una buena crónica de tu viaje.

    Un abrazo Felipe.

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    1. A mí también, Elena, y más en un lugar como Marruecos en el que las mujeres disfrutan de mucha más libertad que en otros paises árabes. La verdad es que no lo comprendo. Abrazos

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  6. hola tio, muy interesante lo narrado, me encanta ver que disfrutais de los viajes. Ojala la vida y la salud nos respete y podamos hacer nosotros lo mismo.

    tengo una pregunta: ¿Volveriais a Marruecos?

    Besos a mi tia.

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    1. No, ya no volvería, y no porque el viaje no me haya gustado, sino porque nosotros tenemos una edad en la que necesitamos más comodidad, más higiene, comer y beber lo que nos apetece y algunas otras cosas que hasta ahora no tenían tanta importancia. Lo puedo decir más alto, pero más claro creo que no. Me ha alegrado mucho recibir tu comentario. Un fuerte abrazo

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  7. Encantada de haber disfrutado de tu viaje con tan buenas fotos y tan maravillosa crónica.
    Un abrazo.

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  8. ¡Que viaje tan estupendo y que bien nos lo cuentas con tanto detalle!.
    Me encanta la puerta de Bab Agmaou.
    Yo nunca he estado en el continente africano y es que siempre he renunciado a visitar países donde puedo pasar calor. Claro que es cuestión de ir en invierno pero no se me ha presentado esa oportunidad.
    Ya veo que os han tenido a dieta con el alcohol.
    Un afectuoso saludo.

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    1. Además de calor, hay otras cosas que chocan con nuestra cultura y que a nuestra edad son más difíciles de asimilar. Aun así el viaje mereció la pena. Saludos cordiales

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  9. Ya casi no tengo que esperar a que mi hija y su pareja me enseñen las fotos de Marrakech, de un viaje efectuado recientemente. Así que les asombraré con mis conocimientos gracias a ti.
    Un saludo

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    1. Seguro que tus hijos vendrán encantados del viaje que, como ya he dicho en repetidas ocasiones, es más apropiado para su edad que para la nuestra. Saludos, vecino.

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  10. Hay de todo como en botica. Y lo que se parece su arte al andalusí. Se ve que el Mediterráneo en medio tiene mucho que decir.
    Un saludo.

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    1. La mayoría de mezquitas y palacios son del arte que llaman hispano-árabe que se corresponde con el andalusí. Saludos

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  11. Con este reportaje tan extenso y con fotos nos has trasladado al lugar gratis!!
    bueno yo también estuve gratis en el Sahara aunque no hay tantas mezquitas ni hoteles como nos muestras de Marruecos, si algun dia pienso ir, me volvere a leer este post.
    Salud compañero o Salam maliku

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    1. Seguro que entonces eras más joven. Si inicias el viaje, lleva "fortasec", yo lo necesité. Aleikum Salam.

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  12. Felipe parece que he estado alli con tus maravillosas fotos y reportaje.
    Que suerte has tenido poder visitar estos hermosos lugares.
    Eres un fenomenal reportero de viajes.
    Un fuerte abrazo.

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Tu comentario es bien recibido aunque sea anónimo. Muchas gracias por tu atención.

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