la celebrada flor de nuestra huerta.
Su corazón despierta
semblanzas de la madre y de la abuela.
Ese dulce amargor
de suave terciopelo reverdece
con cálido frescor,
y el paladar goloso palidece
del intenso sabor
que se expande en la boca y la estremece.
Del poemario Auras de mejana. Felipe Tajafuerte