Era domingo. A pesar de los amenazantes nubarrones que presagiaban lluvia, nos dirigimos a la zona histórica para dar el acostumbrado paseo que realizamos cuando viajamos a la capital cacereña. En esta ocasión, obviamos los lugares en que se ubican los magníficos edificios de visita obligada de los numerosos grupos a los que acompañan los incansables guías locales.
Decidimos perdernos por algunos de los recónditos espacios menos concurridos que poseen ese encanto de los rincones solitarios plenos de colorido y de historia que tanto abundan en esta ciudad. Cáceres nunca defrauda.
Comenzamos a recorrer callejuelas ya olvidadas hasta llegar a la Puerta del río, la entrada monumental más antigua que se conserva de las murallas.
Continuamos por la calleja del moral, una empinada callejuela de ruejos y penetramos en el barrio de San Antonio con unos preciosos rincones cercanos a su ermita, la antigua sinagoga.
Allí nos topamos con algunos dibujantes urbanos de Cáceres y Portugal que concurrían al festival de Sketchers , plasmando en su cuadernos la belleza del casco histórico cacereño.