sábado, 29 de marzo de 2014

Legado en los huesos

En esta segunda entrega de su trilogía del Baztán, Dolores Redondo, con singular maestría, va atrapando a los lectores en la madeja que constituye la investigación, por parte de la inspectora de la policía foral Amaia Salazar, en la que
"tres crímenes aparentemente inconexos llevados a cabo por tres torpes criminales en lugares distintos, y en todos se produjo una amputación idéntica, en todos el miembro amputado desapareció de la escena, los tres asesinos se suicidaron en prisión o bajo custodia y los tres dejaron un mensaje, un mensaje escrito en las paredes"
excepto en uno de los casos en que le fue entregado personalmente. Este mensaje solamente contenía una palabra: TARTTALO.


Y aquí hace su aparición otro nuevo personaje de la mitología vasco navarra. Tarttalo es el nombre de un maléfico personaje, de un hombre monstruoso de enorme estatura y un sólo ojo que hacía correrías por los valles y montes robando corderos y hombres, a los que devoraba una vez asados; y que nos recuerda un tanto la historia de Ulises y Polifemo en la isla de los cíclopes, según cuenta Homero en el canto IX de la Odisea.

La novela bucea en el mar proceloso de los miedos ancestrales y la maldad inherente al ser humano, con el telón de fondo de los agotes del barrio de Bozate de Arizcun, en cuya iglesia se producen profanaciones, y de los itxsuria donde, según tradición del Baztán, se enterraban los cadáveres de los niños no bautizados.

Pero emergiendo por encima de los casos independientes de cada una de estas novelas, tan importantes como éstos, está la trama personal de la protagonista de la trilogía, en una investigación paralela en la que la autora sumerge ineludiblemente al lector. Del roce de sus páginas se desprenden las angustias del pánico, el miedo al dolor, al aislamiento, a la muerte, a perder la lucidez... Flota en el aire la terrible sentencia que la voz de los recuerdos le trae a Amaia:
"Duerme, pequeña Zorra, la ama no te comerá hoy." "Pero lo hará -decía otra voz sin dueño-, pero lo hará" 

En Legado en los huesos, la escritora donostiarra, muestra una prosa cuidada, con detalles muy estructurados y ambientación primorosa y perturbadora, llena de magnetismo, con unos diálogos ágiles y rotundos muy directos que fascinan al lector y lo atrapan inexorablemente. Personalmente debo decir que esta segunda parte me ha parecido más interesante, si cabe, que la primera.

Dolores Redondo firmando mi ejemplar
En la presentación de esta segunda entrega, a la que asistí, se le preguntó a la autora si, después de la trilogía, iba a continuar el personaje de Amaia Salazar. La novelista respondió negativamente. Según sus manifestaciones, las entregas posteriores no han sido como consecuencia del éxito de El guardián invisible, sino que se trata de una historia, totalmente terminada desde el inicio, que se vio obligada a dividir en tres partes debido a su extensión. De hecho, ya anunció el título de la última parte: Ofrenda a la tormenta. No descartó la aparición de su personaje en una futura obra, pero no como continuación de la trilogía.

Dolores Redondo, natural de San Sebastián y afincada en la villa navarra de Cintruénigo, próxima a Tudela, ha sido testigo del éxito clamoroso de El guardián invisible, traducida a más de quince idiomas. Además de la aceptación literaria, se ha convertido también en un fenómeno turístico para el valle del Baztán y para Elizondo en particular. Se ofertan visitas guiadas a los lugares donde se desarrollan los hechos con gran aceptación de los lectores que se acercan preguntando por esos lugares. Incluso en la recién construida comisaría de la policía foral en Elizondo, según palabras de la propia escritora, se ha habilitado un despacho con un rótulo informando de que, desde ese lugar, dirigía sus investigaciones la inspectora Amaia Salazar.

Entradas relacionadas:
El guardián invisible
Ofrenda a la tormenta

miércoles, 26 de marzo de 2014

La primavera ha venido...




Brisas de céfiro
en cielo de algodón.
Es primavera.

Felipe Tajafuerte
2014

domingo, 23 de marzo de 2014

Norte de sueños tardíos


Es tu rostro sereno mi paisaje.
Tus ojos claraboya de mis días.
Tu voz grácil desgrana melodías.
El néctar de tus labios, engranaje

sutil, forma perfecto maridaje
con mariposas plenas de utopías
que liban de los mares poesías,
rindiendo a tu ternura vasallaje.

De mis sueños tardíos eres norte
que conduce certero a las estrellas.
Báculo de mis noches y soporte

de mi caminar tenue sobre huellas
marcadas en el alba. Pasaporte
hacia el haz luminoso en que destellas.


A Pili,en su cumpleaños.
Felipe Tajafuerte
2014

viernes, 21 de marzo de 2014

Javierada 2014 (4/4) Sangüesa/Javier

9 de marzo. Cuarto tramo: 8 kilómetros.

Y amaneció el gran día. He dormido como un chiquillo y me encuentro de maravilla; se han esfumado las malas sensaciones de la mañana de ayer en la que que hubo momentos en los que me pregunté: ¿qué es lo que hago yo aquí, si no se me ha perdido nada? Todo eso es ya agua pasada. Cuando solamente queda hora y media de andadura, la satisfacción y la euforia son los sentimientos que me embargan.

Comienza la marcha del viacrucis
El víacrucis comienza a las ocho de la mañana y la marcha es viva sin interrupciones, entre banderas, cruces, estandartes, cánticos, rezos y música clásica.

Una curva en el camino
Elijo de liebre a Esteban, un compañero de andadura rápida, y me adelanto para ir tomando instantáneas. La mañana es espléndida e invita a caminar. La sierra de Leyre nos muestra los dientes de sus acantilados dando mordidas a un cielo azul.

Ante la sierra de Leyre

Los peregrinos, la curva de sierpe, los contraluces, la primera silueta del castillo... todo ello va dejando muescas en la tarjeta de mi cámara. 

Los peregrinos están ya muy cerca
Llegamos en cabeza a Javier. Me sitúo en una isleta en el centro de la carretera y, conforme van llegando mis compañeros, les hago las fotos que luego mirarán con el agrado de la misión cumplida.

Ya se ve el castillo
Nos reunimos todos en el último de los restaurantes de la zona comercial y me meto entre pecho y espalda un bocadillo de tortilla acompañado de una caña y su correspondiente café. Ya puedo sobrevivir hasta la hora de la comida.

Objetivo conseguido
Hacemos las compras obligadas de las cruces de esta Javierada y nos encaminamos hacia la explanada donde se va a celebrar la misa.

El interior de la basílica de Javier
Algunos nos dirigimos a la basílica para hacer la visita a nuestro Santo Patrón, mientras otros van tomando posiciones para la celebración de la Eucaristía. Este año no tomo parte activa en ella, me limito a observar.

Aspecto durante la celebración de la misa
Finalizada la ceremonia, vamos a la zona de autobuses y, a las doce de la mañana partimos para casa con la satisfacción de haber conseguido el objetivo propuesto. A las dos de la tarde, en una conocida bodega de Murchante, disfrutamos de una comida de despedida y hermandad en la que degustamos un sabroso cocido, con todos sus sacramentos y bien regado por los vinos del lugar. 

Término de Javier
Esta ha sido, si no la mejor, una de las mejores Javieradas en las que he participado. Quizá haya influido en ello la ideal temperatura que hemos disfrutado durante todos los días. Como datos debo aportar que, en total, hemos recorrido noventa kilómetros a un promedio de cinco kilómetros a la hora, a pesar de las dificultades, lo cual quiere decir que hemos caminado durante dieciocho horas en los tres días. No está nada mal.

No me resta sino dar las gracias a todas la personas que han influido para que mi Javierada haya llegado a feliz término: a mi amigo Juanjo que me ha facilitado los traslados, a Mari Paz que me levantó en el aire cuando estaba muy postrado, a Pili, madre de Marta, que caminó a mi lado en mis momentos más difíciles de la mañana del sábado, a la intendencia que nos ha tratado a cuerpo de rey y a todos, todos mis amigos de Tudelanos por Javier, cuyos nombres no facilito para no extenderme demasiado y evitar se me olvide alguno, que con sus consejos, su empatía, sus detalles, su ayuda moral y física han contribuido eficazmente a que llevase a buen fin mi andadura. Gracias a todos, y nos vemos con idéntico motivo, si no es antes, el año que viene: mismo sitio, misma hora.  

Entradas relacionadas:

miércoles, 19 de marzo de 2014

Javierada 2014 (3/4) Murillo/Sangüesa

8 de marzo. Tercer tramo: 34 kilómetros.

No he dormido apenas, quizá por el cansancio. Llegamos a Murillo sobre las ocho y media. Los coches lucen un bonito manto de escarcha pero la mañana se vislumbra esplendorosa. Me uno al copioso desayuno de mis compañeros que han pasado aquí la noche. Solamente como un huevo frito, una salchicha y una infusión de manzanilla, no tengo ganas de más.

Salida de Murillo el fruto

A las nueve y media nos ponemos en marcha. Me adelanto para tomar la fotografía del grupo con el pueblo al fondo y, cuando llegan a mi altura, me uno a ellos. Caminamos por la carretera de Ujué durante cinco kilómetros y, en una curva ascendente, abandonamos la carretera y nos introducimos en el camino paralelo al río Aragón que nos llevará, aguas arriba, hasta el nuevo Gallipienzo.


Por la carretera de Ujué
Abandonamos la carretera
El paisaje es precioso, pero la andadura es un rompe piernas de continuas subidas y bajadas con la cinta verdosa del río siempre a nuestra derecha. Somos numerosos los que peregrinamos a pie, puesto que varios grupos elegimos este camino, y también en bicicleta. En uno de los puntos de apoyo me tomo un yogur además de un trago de agua.

El río Aragón
Un compañero sufre un pequeño percance y nuestra médico particular, a su lado, le va curando sobre la marcha. 

La cura sobre la marcha
Es cerca de la una del mediodía cuando, después de ascender una prolongada pendiente y un leve declive, avistamos "la liviana", una cuesta no muy larga pero con un considerable desnivel, en cuya cima nos espera nuestra intendencia.

La "liviana"

Llego muy cansado y no quiero comer nada, tan solo bebo dos refrescantes vasos de agua con limón. Con el calor se me ha escocido el interior de los muslos por el roce del pantalón. 

Un pequeño susto
El mismo compañero que anteriormente se había accidentado, al vadear un pequeño arroyo, resbala en las piedras echa ambos pies al agua sin llegar a caerse; un pequeño susto sin más consecuencias que los pies mojados.

La atalaya de Gallipienzo Antiguo

Continuamos por la pista ahora descendente, sin embargo todavía quedan unos cuantos toboganes, aunque mucho más suaves. La hermosa atalaya de Gallipienzo Antiguo vigila nuestro caminar cansino. Una compañera se queda para hacerme compañía y juntos pasamos bajo el viejo puente románico.

El puente románico
Nos queda ya muy poco pero estoy verdaderamente cansado. Cuando entramos en la plaza del pueblo donde va a tener lugar el yantar, me encuentro agotado. Un compañero que ha llegado antes me observa y me cede su asiento en uno de los bancos. Cualquier sitio es bueno para descansar hasta la hora de pasar al comedor. La enfermería ya está instalada y Pacita con la ayuda de Marta restaura los pies que no están en condiciones.

La enfermería a tope
Nuestra sanitaria me provee de un omeprazol y un nolotil aconsejándome los tome con los alimentos. Como mucho mejor de lo que pensaba y poco a poco me voy reponiendo.

Nuestras sombras apuntan hacia Sangüesa
Reiniciamos la marcha ahora ya por caminos casi llanos hasta Sangüesa, para la que aún quedan dos horas y media. En una parcela con unos viejos almendros de los que asoman unas tímidas flores, hacemos un nuevo reagrupamiento con el rezo de un avemaría y el canto de una jota. 

La torre de Santa María de Sangüesa a la vista
No me puedo creer que haya conseguido recuperarme de esta, voy muy bien, mucho mejor que por la mañana a pesar de los kilómetros recorridos. No sé si será el haberme nutrido en condiciones, los medicamentos o ambas cosas, pero estoy francamente bien. Con la puesta del sol nos reagrupamos por última vez en el puente de hierro de Sangüesa y nos hacemos la foto de rigor.

La foto de la satisfacción
La satisfacción nos desborda de tal manera que incluso la rampa postrera hasta el hotel se nos hace muy llevadera. Reparto de habitaciones, ducha, aperitivo y cena son los trámites que vamos cumpliendo hasta caer rendidos en la cama. La médico me ha procurado un par de pastillicas para descansar como un bebé. A ver si es verdad.



viernes, 14 de marzo de 2014

Javierada 2014 (2/4) El Yugo/Murillo

7 de marzo. Segundo tramo: 29 kilómetros.

A las ocho y media de la mañana la carretera de Tudela a Pamplona es un reguero de peregrinos, entre los que destacan los grupos de jóvenes, que están haciendo el tramo que nosotros nos quitamos ayer.

Culminando el recorrido que nosotros hicimos ayer
Junto a la ermita  nos encontramos con los que se quedaron allí a dormir y han cumplido con su misión de pelar las patatas para el calderete de la comida. Nuestra intendencia, que ya tiene preparado el lugar donde vamos a almorzar, nos recibe con unas migas recién hechas y un trago de vino para entretener la espera hasta que llegue nuestro grupo caminando desde Tudela.


Preparando el almuerzo
Hacia las nueve y media comienzan a llegar los primeros de nuestro grupo Tudelanos por Javier acercándose a una mesa bien repuesta de cogollos, cebolla, embutidos, queso, naranjas, plátanos, vinos y refrescos. Nuestra intendencia no cesan de hacer tortillas de escabeche para los bocadillos que van entregando uno a uno, calenticos y que saben a gloria. Después finalizamos con un café y algún licor al gusto de cada cual, munición suficiente para la batalla que, en breves momentos, vamos a librar.

Nuestro grupo, Tudelanos por Javier, en la ermita del Yugo
Después del almuerzo, pasamos a la ermita a recibir la bendición para el camino. El canto colectivo de la jota dedicada a la Patrona de la Ribera pone de manifiesto el entusiasmo reprimido durante el descanso y, sin más dilaciones comenzamos el descenso hacia los llanos terrenos de Landazuría cuando son las once menos cuarto de una mañana espléndida.


Hacia Landazuría. Al fondo, junto al corral, la Cuesta de las mulas
Hasta la Cuesta de las mulas, que se vislumbra en el horizonte, ningún impedimento salvo algún pequeño repecho, la distancia  y el calor que empieza a dejarse notar. Llegamos a esa pendiente, la máxima dificultad de la jornada, cuyo desnivel se las trae; afortunadamente no muy prolongada y, aunque jadeando, la salvo sin mayores problemas. Una vez arriba, nos tomamos un descanso de reagrupamiento, mientras nos llevamos algo a la boca y damos un buen tiento a la bota.


El Plano parece interminable
El plano se extiende ante nosotros interminable, dibujándose en la lejanía la línea azulada de las montañas que alcanzaremos al final del día. Con ánimos renovados continuamos nuestra caminata.


Se adivina el final del Plano
Hacia la una, alcanzamos el punto donde otros grupos tudelanos suelen parar para comer; nosotros continuamos, todavía nos queda una hora para llegar al lugar en el que nosotros lo tenemos previsto. Cerca de las dos descendemos del plano y nos dirigimos a nuestro particular restaurante, una borda de ganado que el pasado lunes fue acondicionada por algunos de nuestro grupo que se desplazaron hasta aquí.  

Nuestro particular servicio de salud
La intendencia ha hecho sus deberes y las mesas ya están dispuestas para el yantar. Antes, un apertitivo acompañado de cerveza fresca. Hay quien necesita restaurar el aparato de locomoción y pasa por un improvisado quirófano al aire libre donde la tamaritana Pacita, la médico que nos acompaña, nuestra buena samaritana, recompone los pinreles reparando las ampollas que a algunos les traen a mal traer. 

Pasen al comedor
Marta, con una sonrisa, nos invita a pasar al comedor. Unas ensaladas, el calderete de conejo de monte, los postres a base de  fruta, queso y nueces, el café y los licores nos dejan como nuevos. Cuando estamos en plena euforia de los cantos regionales, alguien recuerda que nos quedan dos horas y media de camino.


El Monasterio de la Oliva a la vista
Reanudamos la marcha con fuerzas renovadas y con la satisfacción de que nos resta otro obstáculo que la distancia. Cuando divisamos la torre del Monasterio de la Oliva, nuestros pies parecen tener alas y ser insensibles al cansancio.


En el interior del Monasterio
Penetramos en la sombría penumbra del santuario. Unos rezan y, entre tanto, otros descansamos un poco.

Carcastillo a la vista.
Un par de kilómetros más y entramos en Carcastillo. Nuevo reagrupamiento en el bar previsto. Ante la espera, me metro entre pecho y espalda una buena jarra de cerveza.   De nuevo en marcha, ahora con la satisfacción de que la meta está muy próxima.


Dejamos Carcastillo y cruzamos el Aragón hacia Murillo
Son las seis y media de la tarde cuando llegamos a nuestro destino: Murillo el fruto. Cada cual se las arregla como puede para asearse un poco antes de la misa que va se va a celebrar a las siete y media en la parroquia del pueblo, la iglesia de Santa María.


Santa María, en Murillo el fruto
Al final de la ceremonia la emoción de nuestro canto:


"La jota de la Ribera tiene sabor peregrino y, como Raimundo Lanas, la cantamos en Murillo." 


Para cenar, unas sopicas de ajo y lomo con pimientos. Aprovecho que un compañero ha venido exclusivamente a la cena, y me largo con él hacia Tudela sin quedarme al jolgorio posterior. Nos quedan tres cuartos de hora de carretera y estoy cansado. Llego a casa, me ducho y me meto en la cama. Mañana tengo que madrugar porque, a las ocho y media de la mañana, debo estar en Murillo para unirme a mis compañeros. 


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martes, 11 de marzo de 2014

Javierada 2014 (1/4) Tudela/El Yugo

6 de marzo. Primer tramo: 19 kilómetros


Esta primera etapa es para los talludos, aunque cada vez se unen más a los que iniciamos la Javierada desde Tudela con este aperitivo. La mayoría hacen este recorrido junto con el del día siguiente. 


Los que iniciamos el jueves la Javierada
A las tres y cuarto de la tarde, como un clavo, estoy en la puerta del Casino. Soy el primero en llegar y poco a poco lo van haciendo el resto. Las fotos de rigor para la prensa antes de partir. Lo hacemos a las cuatro menos cuarto con buena temperatura y un cielo diáfano.


Ya estamos en marcha

Al inicio del puente, tras la oración, se acaba la salida neutralizada y, con las torres de la catedral y la Magdalena a nuestras espaldas, comenzamos la verdadera andadura, amparados por el monumento al Corazón de Jesús que, desde el cerro de Santa Bárbara, con los brazos abiertos nos da su despedida.


Salimos a la carretera de Pamplona

Carramurillo, las Norias, el Ventorrilo quedan atrás y salimos a la carretera de Pamplona; al pasar por el kilómetro diez, tengo un recuerdo para mi hermano que perdió la vida en ese punto.


El primer avituallamiento en Murillo de las Limas
La policía foral nos facilita el acceso al despoblado de Murillo de las Limas donde nos espera nuestro primer avituallamiento. Unas pastas, café, refrescos y unos minutos de descanso nos reconfortan. Continuamos nuestro caminar por una recta que se hace interminable hasta pasar el kilómetro catorce que nos permite entrar en Arguedas.

Iniciamos el ascenso por el Estrecho
Atravesamos el pueblo sin detenernos e iniciamos la primera gran dificultad de la Javierada: el ascenso a la ermita de Nuestra Señora del Yugo. Cinco largos, agónicos, kilómetros de subida, con un desnivel impresionante en los primeros quinientos metros: el Estrecho.

Últimas luces en el valle del Ebro
Hago un pequeño descanso para recuperar el aliento. El paisaje es una maravilla: el cielo azul, límpido, el Moncayo con su franja nevada, la lámina del Ebro reverberando en el valle, la torre de la iglesia del pueblo emergiendo airosa tocada por las primeras sombras crepusculares...

Añadir leyenda
Paulatinamente el grupo se va fragmentando. Cada uno sube a su aire. Arriba nos encontraremos. Los postreros rayos del sol bañan con un color rojizo los escarpes de la pequeña carretera.

Los últimos rayos solares durante la ascensión

A dos kilómetros de nuestro destino, en lo alto, se perfila la inconfundible silueta de la ermita mientras el sol se oculta por las lomas próximas a la sierra de Codés produciendo unos reflejos plateados en los terrenos inundados por el desbordamiento del Ebro.

El sol nos ha abandonado a nuestra suerte
¿Como puede hacerse tan largo el kilómetro de la rampa final? Jadeando por el esfuerzo, llego de los últimos al albergue pero, al volver la vista veo que todavía viene alguno detrás de mí. Son exactamente las siete y cuarto; hemos hecho el recorrido, los diecinueve kilómetros, en tres horas y media.

Las últimas rampas para llegar a la ermita
Nuestra intendencia ha preparado el recibimiento. Embutidos, queso y un dulce de membrillo casero exquisito. Deshecho el vino y me inclino por una cerveza bien fría.  Después cada mochuelo a su olivo.

El valle del Ebro en penumbra
Algunos se quedan a dormir en el albergue y otros nos vamos a pasar la noche a nuestra casa. Por la mañana nos incorporaremos a la marcha en el punto en el que la hemos dejado.

Entradas relacionadas:
Javierada 2014 (2/4) El Yugo/Murillo
Javierada 2014 (3/4) Murillo/Sangüesa
Javierada 2014 (4/4) Sangüesa/Javier

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