martes, 24 de junio de 2014

Haiku de verano


Días de sol
y noches de tormenta.
Vaivén de estío.

Felipe Tajafuerte
2014

sábado, 21 de junio de 2014

¡Que lo tire Milagros!


Se ha formado en Tudela una plataforma con el fin de recoger firmas para que el cohete de las próximas fiestas de la ciudad lo lance la concejala Milagros Rubio Salvatierra. Inmediatamente de conocer esta iniciativa he estampado mi rúbrica, y no precisamente por afinidad a sus ideas políticas, de las que estoy muy alejado.

Milagros Rubio ha dedicado estos últimos treinta y cinco años a trabajar por nuestra ciudad, con más o menos acierto para algunos, pero siempre con tenacidad, honestidad, honradez y coherencia con sus ideas y afirmaciones, con las que podremos no estar de acuerdo, pero siempre muy dignas de tener en cuenta.

Creo que el alcalde Luis Casado, cuya bonhomie no pongo en duda, debiera acceder a esta petición de una gran mayoría de tudelanos que, olvidando nuestras convicciones políticas, apoyamos sin reservas esta iniciativa, no como un asentimiento a las tesis de Batzarre, partido en el que milita Milagros, del que algunos estamos en las antípodas puesto que no somos partidarios de la integración de Navarra en Euskadi, sino como un reconocimiento a la labor desarrollada por esta tenaz mujer tudelana en favor de nuestra ciudad en tan dilatado periodo de tiempo, escorada siempre en defensa de la causa de los más desfavorecidos. Creo que, si alguien se ha ganado a pulso el honor de encender el chupinazo que da comienzo a nuestras fiestas, esa es, sin duda alguna, Milagros Rubio. Y este es el momento de reconocerlo y agradecerlo: antes de su retirada definitiva de la vida política.

En algunas ocasiones he oído decir que Milagros es la política idónea en el partido equivocado. Personalmente pienso que su adscripción a cualquier partido es algo irrelevante; Milagros Rubio hubiera destacado por su cualidades en cualquier partido, porque ni la honradez, honestidad, coherencia, amor a su pueblo y servicio a los demás, son patrimonio exclusivo ni de la izquierda ni de la derecha.

A fuer de sincero he de decir que nunca he votado a los partidos que ella representa pero, en esta ocasión, mi nombre y apellidos, junto a mi D.N.I. y firma, figuran en las listas de adhesión a esta iniciativa. Esta no es una convocatoria política sino de empatía, de reconocimiento y de agradecimiento. Por todo ello, en esta ocasión, si que cuenta con mi voto.

Albergo la convicción de que nadie va a poner en tela de juicio lo oportuno de la concesión de este honor por parte de nuestro primer mandatario a una mujer de este talante, aunque sea militante de un partido tan distante del suyo. Es más: estoy seguro de que será muy bien acogido este gesto.

Tengo la seguridad de que la señora Rubio sabrá interpretar, es muy inteligente, con total perfección el deseo de sus conciudadanos, no convertirá este acto en una afirmación de su formación política y los vivas a Navarra, a Tudela y a Santa Ana los gritará con el mismo entusiasmo e igual emoción que todos los presentes al cohete que da el pistoletazo de salida a nuestras fiestas patronales.

Por todo lo expuesto, me uno al sentir de gran número de tudelanos al pedirle a nuestro alcalde:

¡Que lo tire Milagros!

lunes, 16 de junio de 2014

Oficio con solera


Te reconocí en el tanatorio, muy atento a las necesidades de los deudos. Sin embargo no vestías con la penuria primitiva. En esta ocasión, lucías un distinguido terno gris marengo, camisa impoluta y elegante corbata negra. Pero eras tú: la misma barba blanca, la figura encorvada,  la mirada llameante... A lo largo de los tiempos has consolidado tu actividad adaptándola a las nuevas circunstancias. Has cambiado tu vieja barca por una impresionante limusina; y tus clientes, aunque se dirigen al mismo destino de siempre, ya no atraviesan las aguas de la laguna, sino el fuego purificador del horno crematorio. Tu estipendio tampoco es el mismo: aquel óbolo solitario se ha visto incrementado con miles de euros. No cabe duda de que tu acercamiento a Hermes, dando la espalda a Asclepio, te ha dado buenos resultados. Tu fortuna es ingente y tu negocio imperecedero. A la salida, después de trasladar mis condolencias a la familia del fallecido, recogí una de tus tarjetas. No contenía modificaciones sustanciales. En ella se especificaban el nombre y dirección de tu inveterada empresa:
    


Caronte, Pompas Fúnebres
Avenida del Hades, s/n
Estigia
 
 







Felipe Tajafuerte
2014

viernes, 6 de junio de 2014

Un castillo de película


Partimos a las ocho de la mañana de la estación de autobuses de Tudela rumbo a Loarre, un destino muy esperado por mi mujer y por mí, desde aquella lejana tarde en la que, durante una de nuestras escapadas, llegamos a las puertas de castillo justo a tiempo para verlas cerrar. Era una espina que teníamos clavada y cuando nuestra asociación anunció la excursión a este lugar no lo dudamos ni un momento.

El Castillo
El suave ronroneo del autocar, acompañado de una agradable música de ambiente, me dejó traspuesto durante nuestro tránsito por la Autopista Vasco Aragonesa, abriendo los ojos una vez pasado Zaragoza, cuando nos encontrábamos circulando por la autovía hacia Huesca. Llegados a esta ciudad, hicimos un descanso y nos pusimos de nuevo en camino, ahora ya con Ismael, el dicharachero guía que nos ha acompañado en numerosas ocasiones por las provincias de Soria y Huesca.

La Hoya de Huesca
A nuestro paso por la Hoya de Huesca fuimos contemplando los cultivos de cereal y los sasos poblados de carrascas. Algo más adelante, ya cercanos a Bolea, conforme el terreno va ganando altura, acechan los almendros y cerezos, estos últimos con sus tentadores frutos carmesíes. Desde la carretera nos costó descubrir, en lo alto de un rocoso cerro, la fortaleza mimetizada con el terreno hasta tal punto que llegaba a confundirse con él, a pesar del gran tamaño de la construcción. Ascendimos por una carretera estrecha y sinuosa desde los poco más de quinientos metros de altura hasta los los mil cien en los que se asienta el castillo, ubicado en la entrada de los Pirineos, donde las montañas dan paso a la llanura.

Muralla y torre del Homenaje
Todo el conjunto está rodeado de una muralla levantada con posterioridad al castillo, edificado en el primer tercio del siglo XI por Sancho III El Mayor, cuando el monarca pamplonés era el rey más poderoso de los reinos cristianos existentes en la península. Posteriormente, hacia el año 1071, Sancho Ramírez hizo una ampliación y le dio la forma actual, adecuándolo a condiciones monásticas. El desalojo de los musulmanes de esta zona hizo que perdiera relevancia e importancia militar que paso a Montearagón durante el reinado de Pedro I. A partir del siglo XII inicia su declive, exceptuando algunos episodios históricos de Aragón, hasta que en el siglo XV desaparece su participación en estos hechos, razón por la que quizás se deba la buena conservación de su estado original.

El castillo desde el aparcamiento
Desde al aparcamiento donde dejamos el autobús, algo más elevado que el castillo, contemplamos el perímetro amurallado y la impresionante mole de la fortaleza asentada en la misma roca, de la que descuellan el ábside y la cúpula de la iglesia, junto a las torres del homenaje y de la reina.

El ábside y las dos torres
La muralla sigue una línea arqueada, de algo más de ciento setenta metros, descendente y amoldándose al talud del terreno.

La muralla se adapta al terreno
A lo largo del lienzo, se sitúan diez torreones semicilíndricos y uno cuadrado, en el que se ubica la Puerta del Rey. Atravesamos el cercado bajo un arco de medio punto entre dos de los torreones semicirculares.

Los torreones abiertos al interior
Una vez dentro del recinto, observamos que éstos carecían de cierre hacia el interior; nuestro guía nos dio una explicación muy lógica: el enemigo, en caso de traspasar la puerta, no podía resguardarse en ellos. A nuestra izquierda, en un nivel muy inferior al que nos encontrábamos, la entrada principal, la llamada Puerta del Rey.

La Puerta del Rey

Por una empinada y pedregosa cuesta, dejando a nuestra izquierda una preciosa torre albarrana cuadrangular cerrada con una cubierta semiesférica, subimos hasta el portal del castillo, en cuyo tímpano la decoración está cortada por lo edificado en época posterior.

La torre albarrana
De aquí parte, salvando el desnivel del terreno, una imponente escalera dividida en tres calles, con bóveda de cañón adornada mediante una moldura ajedrezada de tipo jaqués.

El Crismón
A mitad de estas escaleras, en lado derecho, se abre un arco con un peculiar crismón descentrado sobre él que permite la entrada a la cripta de Santa Catalina, coincidente con el ábside de la iglesia, y con una acústica increíble. El final de la escalera se divide en dos tramos divergentes a derecha e izquierda en rampas de subida.

La cúpula 
Llegamos a la iglesia dedicada a San Pedro. Es una construcción románica, cuyo ábside semicircular, con la bóveda de cuarto de esfera, se encuentra decorado en dos alturas separadas por una cenefa de ajedrezado jaqués; en la de abajo con trece arquillos de medio punto y en la de arriba con cinco ventanas también de medio punto. Entre este ábside y el resto de la nave se eleva una impresionante cúpula de veintiséis metros de altura con forma de media esfera. 

Las dependencias
Con la singularidad de la iglesia cerrando la entrada al castillo, continuamos la visita por las dependencias de los canónigos y de los nobles que lo habitaron, por el calabozo y por la sala de armas, a través del entramado de escaleras y accesos a los distintos niveles, con una adaptación perfecta a la pendiente de la ladera sobre la que se asienta la fortaleza, mediante bóvedas de cañón, arcos de medio punto, escaleras dentro de los muros y naciendo de las rocas.

El patio de armas con la desaparecida cocina
Llegamos al patio de armas del primitivo castillo, ampliado para edificar el palacio real del que solamente quedan las estructuras subterráneas y el mirador de la reina. Me situé en este gran balcón y el panorama que se me ofreció a la vista era espectacular: el cromatismo de la Hoya de Huesca, las nubes abigarradas amenazando lluvia, el pueblo de Loarre en la hondonada con el cercano embalse de Las Navas, en la lejanía la lámina inerte del pantano de La Sotonera y a mi espalda el verdor de la sierra de Loarre.

Panorámica desde el Mirador de la Reina
En un ángulo junto a este ventanal se ubica una preciosa iglesia lombarda. Pasamos junto a lo que fueron las cocinas al dirigirnos hacia la Torre de la Reina, una elegante edificación lombarda así mismo, situada junto a la entrada antigua del castillo, de la que destacan tres hermosas ventanas geminadas. De ahí pasamos sobre un enorme arco hacia la Torre del Homenaje.

La Torre de la Reina
Ambas torres estaban unidas mediante una pasarela levadiza de madera. Todo este recorrido siempre bajo las amenas explicaciones de Ismael, que había congregado virtualmente a todos los musulmanes de la antigua Tudela, descendientes de los míticos Banu Qasi, para que, con sus continuados ataques a la fortaleza, pudiéramos comprender las diversas formas que tenían sus moradores de defender tan estratégica posición.

Un bonito rincón
Finalizada la visita tuvimos unos momentos de descanso en el centro de recepción que aprovechamos para tomar una cerveza a palo seco. Vimos referencias fotográficas de la película El reino de los cielos, del director Ridley Scott que eligió este escenario maravilloso para algunas de sus escenas.

Después de comer en Ayerbe, nos dirigimos al cercano pueblo de Bolea para visitar su colegiata. Esta iglesia gótica de transición al renacentismo, levantada sobre una antigua románica, me recordó, por su bóveda, la catedral de Barbastro, y en ella pudimos contemplar un espléndido retablo considerado una obra maestra del primer renacimiento español.

Interior de la colegiata de Bolea
A mi me llamó poderosamente la atención el retablo en alabastro policromado de la capilla de Santiago, situada en el lado de la epístola.

Lo más significativo de Bolea
El pueblo no tiene nada más digno de mención, salvo sus renombradas cerezas, de las que adquirimos una cajita. Cuando me encuentre de nuevo con Ismael, nuestro ingenioso cicerone, le comentaré que a mí, particularmente, me agradan más las de nuestra cercana Corella, o las de Milagro. Claro que esto, como los colores, es cuestión de gustos


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