miércoles, 29 de octubre de 2014

Desamor




Se enamoraron a la vuelta de la esquina. No tardaron en darse cuenta de que el camino que habían emprendido juntos no tenía salida.


Felipe Tajafuerte
2014

martes, 21 de octubre de 2014

Ritorno a Venezia


La mañana prometía cuando nuestro autocar partió de Mestre y, tras cruzar el puente construido por Musolini para acceder a Venecia, subimos a bordo de un vaporetto, previamente alquilado para nuestro grupo, en el que ocupé la popa dando rienda suelta a mi afición como depredador de instantáneas.


La Plaza de San Marcos desde el vaporetto
Destacados el Campanile y el Palazzo dei Dogi, más atrás la basílica
Nuestra lancha nos situó junto al bonito hotel Danieli, a pocos metros de la Plaza de San Marcos, hacia la que nos dirigimos haciendo la imprescindible parada frente al Puente de los Suspiros que, en esta ocasión, logramos contemplar después de su restauración. Como pudimos, nos abrimos paso con el fin de situarnos de tal forma que en la foto de rigor no salieran más personas de las deseadas, cosa harto difícil dada la aglomeración que había en ese lugar.

El Puente de los suspiros
Cuando llegamos a la plaza, las colas para entrar a visitar la basílica eran interminables por lo que decidimos dejarla para después de comer. Teníamos todo el día de tiempo libre con la sola preocupación de acudir a ese mismo sitio a la hora adecuada para comer, todo el grupo junto, en el restaurante previamente reservado.

La torre se inclina por las aguas
Dado que en nuestra anterior visita a la ciudad ya habíamos hecho el viaje en góndola y conocíamos la demostración de la fabricación del cristal de Murano, nos inclinamos por algo que no habíamos visto anteriormente: el Palacio Ducal. 
El Palazzo dei Dogi

Encaminamos nuestros pasos hacia la fachada de este palacio, de estilo gótico, que da a la laguna de Venecia. Como nos sentimos jóvenes y dicharacheros, quisimos gastar una broma a la señorita que expendía las entradas y no le informamos de que éramos jubilatas. Nuestro aspecto juvenil la debió ofuscar tanto que no dijo esta boca es mía y nos cobró los catorce euros de rigor. La bromita nos costó seis euros más por cabeza y la guasa de otros compañeros que pagaron solamente ocho por la indiscreción de confesar su edad.

El patio del palacio
En el patio interior del palacio
La verdad es que, además de sus espléndidas fachadas exteriores, no sabría qué destacar de este magnífico edificio porque todo me pareció espectacular: en primer lugar la Puerta de la Carta, por donde penetramos, el patio interior, la Escalera de los Gigantes, la de Oro, los salones del senado y del consejo, la sala de armas, en fin, todo el recorrido me pareció impactante.

La plaza comienza a inundarse
A la salida vimos que la Plaza de San Marcos comenzaba a inundarse y, queriendo hacer un poco de hora, nos encaminamos hacia las callejuelas que parten de esta plaza hacia el Puente de Rialto en busca de unas cervezas que nos refrescaran. Una sensación de agobio nos invadía; a la muchedumbre que habitualmente patea las calles de la ciudad se habían unido los curiosos del famoseo pendientes del paso de George Clooney que contraía matrimonio este día. Por fin logramos acomodarnos en el fondo de un barcito y nos sirvieron las anheladas y heladas birras, eso sí, en prenda dejamos un riñón y parte del otro. ¡Qué cara es Venecia para los españolitos de a pie!

La birra y los "riñones".
Después de comer, pasta por supuesto, nos pusimos en la fila para entrar a la basílica. Cuando llegó mi turno tuve problemas con la mochila de la cámara fotográfica y no me quedó otra opción que dejársela a un compañero que ya había salido para que me la guardase. Solamente quiero destacar la magnificencia de sus mosaicos ya que este templo es archiconocido y hay suficiente información en la red para aquellos curiosos que la demanden.

Interior de la basílica
A continuación marchamos a estirar las piernas y el resto de nuestros cuerpos serranos hasta el Puente de Rialto donde, en una heladería, dejamos la parte del riñón que nos quedaba.

El gran canal desde el Puente de Rialto
Un nuevo y delicioso paseo por los recovecos, canales y puentes de esta parte de la ciudad nos aproximó a otro palacio de la Plaza de San Marcos, cuya visita estaba incluida en el ticket de la mañana y así pudimos aprovechar algo más los catorce euros que tanto habían regocijado a nuestros compañeros.

El trabajo de los gondoleros
La tarde caía paulatinamente, en Italia amanece y anochece antes que en España, por lo que dirigimos nuestros pasos cansinos hasta el lugar de encuentro para volver a tomar el barco que nos llevaría a donde esperaba nuestro autobús.

El sol se pone en Vencia
Esta vez me situé en la proa para captar con mi objetivo la puesta del sol bañando la cúpula de la iglesia de los jesuitas, mientras atrás parecía flotar sobre las aguas el mármol rosado del Palazzo dei Dogi

martes, 14 de octubre de 2014

Divertimento


Salió de la bañera. Un timbrazo  la sobresaltó cuando se secaba los cabellos.

- Abre tú -oyó a su marido gritar desde la ducha-.

Tal como estaba, cubierta sólo con el albornoz, abrió la puerta. El rostro del visitante fue mudando de la sorpresa al estupor, luego a la complacencia y, por fin, al regocijo. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios, al tiempo que sacaba unos billetes del bolsillo.

-Te doy estos quinientos euros si destapas la parte de arriba del albornoz.

Lo miró boquiabierta; luego pensó: ¿por qué no?, unos euros por semejante tontería me vienen como anillo al dedo. Con gesto juguetón, dejó al descubierto los pechos al tiempo que alargaba la mano y cogía los billetes.

 -Te doy otros quinientos si te lo quitas del todo –insistió entusiasmado su oponente-.

Ya puestos, se dijo divertida, ¿qué más da palmo más que palmo menos? Y, con un mohín pícaro, dejó que el albornoz se deslizara hasta el suelo. Compuso una risita burlona y notó con cierto agrado la mirada apreciativa recorriendo detenidamente su anatomía. Con un movimiento rápido, tomó el resto del dinero y volvió a cubrirse. Apenas pudo contener la hilaridad cuando la visita, sin decir adiós, olvidando el ascensor, bajó las escaleras de dos en dos como alma que lleva el diablo.

-¿Quién era, cariño?
- Tu amigo Ramón -contesto risueña-, pero se ha marchado al saber que estabas en la ducha.
- Ah, ya. ¿Ha traído los mil euros que le presté ayer?
- ¡Maldito cabrón! –masculló mientras se le esfumaba la sonrisa.




(Redacción original propia adaptando un relato popular, cuya autoría desconozco)


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