miércoles, 28 de diciembre de 2016

El bonito cuento de los juegos florales


En un lugar muy cercano, cuyo nombre recuerdo perfectamente, pero no quiero nombrar, se convocaron unos juegos florales en el que rivalizaron algo más de medio centenar de aspirantes. La mayoría de ellos, aunque no todos, como ya se verá más adelante, habían preparado concienzudamente sus trabajos con el noble propósito de alcanzar los codiciados laureles de la victoria. Como en toda competición poética que se precie, hubo un ganador, un segundo premio y tres menciones honoríficas.

Tras la apertura de las plicas y la entrega de premios, en un aparte, se oyó decir al vencedor del certamen que el trabajo con el que había concurrido no era suyo, sino obra de un amigo al que había suplantado ya que éste no quería darse a conocer. La espontánea confesión causó el estupor entre los que la escucharon. Adujo en su defensa que, en las bases del condicionado de la convocatoria, solamente se exigía que los poemas fueran inéditos y originales, pero que en ningún lugar estaba escrito que el autor debiera ser la persona que se presentaba a dicho concurso. Los que esto oían no salían de su asombro y le exponían a trochemoche sus argumentos tratando de que entrase en razón. 

Hombre, esto es similar al valor en el soldado, se le presupone, además se trata de un engaño no solo al jurado, sino también al público asistente que te ha dado su aplauso considerándote un creador, si lo que quieres es dar a conocer a tu amigo el sistema es muy sencillo, le pides su autorización, presentas la obra con su nombre y, si resulta galardonado, recoges el premio en su ausencia, no hay ningún problema, ¿no será que no se atreve a competir por temor a no ser el elegido?

A pesar de estas y otras reflexiones de los presentes, no hubo manera de convencerlo para que se apeara del burro. Es más, manifestó su firme propósito de seguir actuando de idéntica manera en próximas ocasiones y que todo su afán consistía en revelar al público las excelentes cualidades poéticas de su compañero. Nadie comprendía el extraño propósito de promocionar a alguien que no deseaba dar la cara. 

El boca a boca hizo de las suyas y la indignación crecía  y crecía como bola de nieve por algo que todos calificaban como una desfachatez. Sin embargo, el autor de tal desaguisado continuaba jactándose impunemente de su hazaña.

Llegado a oídos de los organizadores el runrún de los hechos, reunidos en cónclave, decidieron por unanimidad que, mientras no se demostrase lo contrario, se trataba tan sólo de un bulo, producto de las calenturientas mentes de algunas personas envidiosas. Eso sí, por precaución, acordaron para sucesivas convocatorias exigir que las obras fuesen propias de quien se presentase al concurso.

Narran los cronicones que la ciudad entera respiró con alivio ante esta sabia y tranquilizadora decisión a la que habían llegado sus próceres, las aguas fueron volviendo poco a poco a su cauce y todo se fue olvidando. Se iniciaron los preparativos para un nuevo certamen...

En la soledad de una habitación, alguien repasaba con obstinación los textos inéditos de un amigo pusilánime.


Felipe Tajafuerte. 2016

martes, 20 de diciembre de 2016

Hoy he puesto el portal



Hoy he puesto el portal con sus figuras.
He pensado en los niños sin cobijo
que no tienen un mal pesebre sucio,
ni una mula, ni un buey, ni unos pastores,
ni siquiera una luz que les oriente,
que les dé su calor.
No tienen una virgen como madre,

ni un padre comprensivo.
Tampoco llegarán los Reyes Magos
que al igual que Papá Noel y Santa Claus
brillarán por su ausencia.

Seguirán con sus manos extendidas
pidiendo al mundo el pan suyo de cada
día. En estas fechas,

con algunas monedas solamente,
encontrarán la paz muchas conciencias
hasta el próximo año en Navidad.




Felipe Tajafuerte. (2016)

domingo, 18 de diciembre de 2016

Abejas y haiku


Con flor y néctar
las abejas comulgan
en el otoño.

Felipe Tajafuerte. 2016

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Descubriendo a Gaztambide


El pasado sábado, día diez de diciembre, asistí a un recital lírico en el que se interpretaron retazos de algunas de las zarzuelas, óperas cómicas  como a él le gustaba llamarlas, compuestas por nuestro paisano Joaquín Gaztambide. El aforo de la pequeña platea del salón de actos de Castel Ruiz se encontraba prácticamente cubierto. El reducido anfiteatro estaba vacío, al menos esa impresión me dio. A mi entender, faltó y falló la publicidad previa al acto. Debo reconocer que si me enteré de ello fue gracias a las páginas de facebooc del incombustible Jesús Marquina y de Cultura Tudela "Castel Ruiz". A posteriori, no he visto ninguna reseña de este recital. La prensa local no estaba, ni se le esperaba.

Lo cierto es que, en mi opinión no muy experta, el concierto mereció la pena. La soprano Raquel F. Razquin y el tenor Igor Peral, acompañados al piano por Rinaldo Zhok fueron desgranando romanzas y dúos de diversas zarzuelas de nuestro paisano, entre las que recuerdo las siguientes: Catalina, Los magiares, El juramento, La cotorra, El lancero y alguna otra que no me viene a la memoria en este momento y que, además, no puedo consultar por la inexistencia de programa escrito.

Los tres intérpretes, soprano, tenor y pianista, estuvieron magníficos. La voz de Raquel Razquin, limpia y con muchos matices, la de Igor Peral, con potencia y claridad, fueron bien arropadas por la seguridad interpretativa de Rinaldo Zhok que, además, hizo de presentador de las obras.

El público asistente premió con aplausos todas las interpretaciones y rompió en una larga ovación a la finalización del concierto, lo que obligó a los músicos a conceder la solicitada "propina".

Solamente resta dar las gracias al Centro de Cultura Castel Ruiz, a la Asociación Música y Canto y a Nueva Babel, por el patrocinio de este evento. 

domingo, 11 de diciembre de 2016

Monasterios pintados en la Bucovina


Desde la preciosa ciudad de Iasi llegamos, haciendo un descanso en Ruginoasa para ver el palacio de Cuza, a la pintoresca población de Radauti, en la que, durante dos noches, sentamos nuestro campamento base para conocer los monasterios pintados de Bucovina. Tras la cena, salimos a dar una vuelta por el pueblo, pero no vimos ningún bar abierto. En la cafetería de hotel probamos un licor de arándanos llamado afinata. A pesar de utilizarse los mismos frutos. el sabor no se parece a nuestro pacharán ya que éste se elabora con anís y el rumano con aguardiente, aunque también lleva azúcar. Allí nos dieron las once y las doce, pero no la una. 

Mănăstirea Voroneț

Salimos muy temprano. La mañana estaba soleada y el paisaje precioso. Transitamos por una estrecha carretera, sorteando de suaves montañas de un verde otoñal. Y llegamos al primero de los monasterios, en el valle de Voronet, el monasterio del mismo nombre del río, cercado por una pequeña muralla. Nada más traspasarla quedé sorprendido. Los enormes aleros de la techumbre y el colorido de sus paredes impresiona. Fuimos dando la vuelta viendo las diferentes escenas representadas con vivos colores en el que destaca el azul (azul de Voronet), el árbol de Jesé, San Jorge dando muerte al dragón y la escena más impactante, la del muro occidental en la que se representa el juicio final.


Mănăstirea Voroneț, el Juicio Final

Me quedé un buen rato contemplando las diferentes figuras de este pasaje bíblico, una verdadera joya que justifica el que a este monasterio se le llame la Capilla Sixtina de Oriente. No pudimos acceder al interior de la iglesia.  Admira la conservación de los frescos exteriores a pesar de que fueron pintados pocos años más tarde de su construcción a finales del siglo XV.

Mănăstirea Humor

Nos dirigimos seguidamente hacia el Monasterio de Humor. También este se encuentra amurallado y tiene una torre lateral con unas escaleras para acceder a ella.


Mănăstirea Humor

A pesar de estar construido y pintado años más tarde que el anterior, sus muros, en los que predomina el color rojo, se encuentra en peor estado de conservación que el de Voronet. En ellos están pintadas varias escenas de la Virgen y hechos históricos como el asedio a Constantinopla. En este sí que pudimos pasar al interior, muy decorado, bajo el pórtico adornado de nuevo con la escena del juicio final.


Mănăstirea Humor

El entorno maravilloso, como en el del que antes habíamos dejado atrás. A la salida, obsequiaron a mi mujer con un vasito de coliba, el postre de los muertos, elaborado con trigo cocido, azúcar y nueces que se hace el día de Todos los Santos. Lo probé y estaba muy bueno. Junto a éste monasterio otro de reciente construcción.

Cercano a Mănăstirea Humor

Comimos en un restaurante en plena montaña con un bucólico paisaje de casitas de campo, almacenes para el heno y prados suavemente ondulantes. Después nos piusimos en camino de nuevo para acercarnos al Monasterio Moldovita.

Panorama desde el restaurante
Como el resto también amurallado y las pinturas del ábside se nos muestran desde el arco de entrada. Muy florido el entorno. Al fondo, en una esquina, un edificio con balcón corrido lleno de flores rojas y en la esquina contraria una pequeña torre en el ángulo de la muralla.


Mănăstirea Moldoviţa

En el edificio hay un pequeño museo de arte religioso y, justo al lado, las monjas van anotando los nombres de los parientes a quienes las personas que lo solicitan desean se les nombre en la función religiosa. A cambio, hacen su agosto con los donativos que les entregan.

Mănăstirea Moldoviţa


Se repiten las pinturas en las paredes exteriores de la iglesia en las que sobresale el color amarillo. Las escenas más reseñables son un Árbol de Jesé y el asedio de Constantinopla.



Mănăstirea Moldoviţa
En un lateral rompen las pinturas dos ventanales ojivales. Paso al interior y nuevamente me desborda el colorido, predominado también aquí el amarillo. Me fijo también en el precioso iconostasio. Al salir, veo un elemento común: el pozo. 

Mănăstirea Moldoviţa
Continuamos nuestro periplo. Transitábamos por una carretera con muchas curvas que poco a poco iban ganado altura. Estábamos viajando por los Cárpatos en dirección al último monasterio que tenemos previsto contemplar ese día.


Los Cárpatos desde Ciumârna

Al culminar la cresta del último puerto, hicimos una parada para admirtar el panorama que se mostraba a nuestro ojos. Nos acercamos hasta una enorme mano en un montículo. Al lado, unos puestos ambulantes vendiendo souvenirs, particularmente huevos pintados.

Esta mano nos saluda
Llegamos al monasterio Sucevita, protegido por un impresionante amurallado y unas vacas paciendo en un verde lujurioso.


Mănăstirea Sucevița
Penetramos y nuevamente quedo sorprendido por la grandiosidad. Parece ser que los altos muros han resguardado mejor las pinturas exteriores. A resaltar el fresco de la "escala de las virtudes" que muestra los treinta pasos que hay que dar para llegar al paraíso.


Mănăstirea Sucevița

Aquí el colorido esencial es el rojo y el verde. En el interior se estaba celebrando una boda por lo que no pude verlo con detenimiento. a pesar de ello, el iconostasio llamó de nuevo mi atención.   Una vez fuera, me entretuve en hacer las últimas fotografías porque la tarde iba cayendo inexorablemente. 

Mănăstirea Sucevița


Los cuatro monasterios que vimos en esa jornada tienen las mismas características: un recinto amurallado de piedra o madera, una iglesia central de estilo moldavo con las paredes exteriores pintadas, un pozo y jardines bien cuidados.


Mănăstirea Sucevița

Las pinturas tienen una temática muy similar, repetitiva, dando la impresión de haber sido realizadas por el mismo artista o por una misma escuela y con un colorido homogéno, aunque en cada uno predomina una tonalidad distinta.

En mi modesta opinión, no tienen nada que ver con los monasterios griegos de Kalambaka. Allí lo primordial es el impresionante espectáculo de su paisaje. Aquí lo extraordinario son sus pinturas exteriores de un colorido excepcional, sorprendetemente bien conservadas. Estos monasterios justifican sobradamente el viaje a Rumanía.

Llegamos a Radauti cuando caía la noche. En esta ocasión, encontramos un bar abierto después de cenar, pero tampoco nos dieron la una y las dos sin estar en la piltra planchando la oreja.

Iglesia de San Jorge en Suceava
No desnudos, sino bien abrigadicos, al amanecer, emprendimos la marcha hacia Suceaga.  Allí vimos la iglesia de San Jorge, cuyas pinturas exteriores, además de ser muy antiguas, se encuentran algo más que deterioradas. Escuchamos la llamada de un fraile a las funciones religiosas mediante el golpeo rítmico de un tablón colgado de unas cadenas. tal como se hace en las iglesias católicas con las campanas. 

Jardines en Varatec
Reanudamos nuestro viaje haciendo un alto en el camino en Varatec para ver su monasterio. Nada que ver con los anteriores. Carece de valor artístico pero, eso sí, hay unos jardines encantadores cuajados de flores, sobre todo rosas, donde reposan los restos de la poetisa Verónica Micle. El día había mejorado ostensiblemente y lucía un sol espléndido.


Pietra Neamt. Iglesia de San Juan Bautista

Aún por la tarde, en la ciudad de Piatra Neamt, que caía de paso, tuvimos ocasión de ver una bonita iglesia, la de San Juan Bautista, en la que también se estaba celebrando una boda. Pasé al interior y, subrepticiamente, logré una instantánea de un icono representando el nacimiento de la Virgen en la que aparece nuestra patrona Santa Ana en la cama. 

Campanario de la iglesia de San Juan Bautista en Pietra Neamt
Esta iglesia posee un campanario exento al otro lado de la plaza junto a un par de museos. Unas telecabinas no cesaban de ascender hacia el monte que cobija la ciudad.  Como diría Cervantes, ya el rubicundo Apolo había hecho mutis por el foro cuando llegamos a Tirgu Mures para pasar la noche y continuar al siguiente día nuestro recorrido por Rumanía.

Amanerce en Radauti después del terremoto
Además de la imagen de estos maravillosos monasterios, me traje otro recuerdo, que nunca habría imaginado, de esa primera noche en Radauti. Hacia las dos de la madrugada, somnoliento, sentí que la cama se deslizaba durante unos segundos, repetidamente hasta tres o cuatro veces. Súbitamente despierto, pensé que se trataba de un terremoto, pero lo deseché pareciéndome inverosímil y volví a dormirme. Por la mañana, confirmaba, con esta noticia en mi móvil, la impresión que yo había tenido:

Bucarest, 24 sep (EFE).- Un terremoto de magnitud 5,3 en la escala de Richter sacudió esta madrugada el este de Rumanía, sin causar víctimas ni graves daños materiales, informó hoy el Instituto Nacional Rumano de Física de Tierra.El seísmo, que tuvo lugar a las 02.11 hora local (23.11 GMT de ayer) en la región de Vrancea a una profundidad de 91,6 kilómetros, también se sintió con fuerza en Moldavia y Bulgaria.


miércoles, 7 de diciembre de 2016

En los dominios de Drácula


Tras unos días de viaje, entramos en Transilvania por el impresionante desfiladero de Bicaz, entre ingentes rocas que vigilaban nuestro paso, en dirección de Tirgu Mures, lugar donde hicimos noche. De allí, por la mañana, después de la costumbrada visita para conocer la ciudad, partimos hacia Brasov. En la cercana Sighisoara hicimos un alto en el camino para pasar unas horas en el lugar donde nació y residió Vlad Dracul, conocido como Vlad el Empalador (Vlad Tepes en rumano).

Calle de Sighisoara
Quedé subyugado por esta encantadora villa medieval. Ascendimos a la ciudadela y, penetrando bajo el arco de la Torre del Reloj, hicimos un recorrido por ese entorno maravilloso con tranquilidad, disfrutado cada instante.


Torre del reloj en Sighisoara
Junto al ayuntamiento, nos topamos con un busto del personaje más relevante de la ciudad, Vlad Tepes, un gran luchador en contra del expansionismo otomano que amenazaba a su país y al resto de Europa, y que también fue famoso por su manera bárbara forma de castigar a los enemigos y traidores. Actualmente es considerado un héroe nacional.

Vlad Tepes 
En una de las terrazas de la acogedora placita de la ciudadela, rodeados de casas con un colorido sorprendente, nos sentamos para saborear un buen Feteasca Alba, un vino blanco muy apreciado con un excelente sabor afrutado.

En esta casa vivió entre 1431-1435 el príncipe rumano Vlad Dracul, hijo de Mircea el Viejo

Poco después fuimos a comer en otro lugar emblemático, en el restaurante que dicen fue la casa donde vivió Vlad Dracul, figura en la que se basó Bram Stoker para crear el novelesco personaje de Drácula, con el que poco tiene que ver. Tuvimos tiempo suficiente para recorrer las pintorescas callejuelas y sumergirnos en su ambiente medieval. Después de una estancia sumamente agradable nos encaminamos hacia Brasov.

Vista del casco histórico de Brasov
Llegamos a una buena hora para darnos una vuelta y ver exterior de la Iglesia Negra. Continuamos el paseo por la plaza Sfatului, donde se encuentra el ayuntamiento viejo, y deambulamos expectantes por la comercial y turística calle Republicii, en la que pululan las señoras en busca de los productos milagrosos de la doctora Aslan. A estos dos sitios volveríamos después de cenar para tomarnos unas copas en Festival 39, una cervecería-cafetería-restaurante con el ambiente placentero de un café de los años treinta.

Ambiente de la calle Republicii de Brasov
La mañana siguiente pusimos rumbo a Bran para conocer su famoso castillo. En la población reinaba el caos habitual de un lugar turístico multitudinario. Puestos de todas clases, unos con productos típicos, especialmente quesos, y otros con una abigarrada multitud de objetos diversos marcados con la efigie del vampiro Drácula o de Vlad el Empalador. Camisetas, gorras, tazas, bolígrafos, libretas, máscaras etc. Por supuesto, caímos en la tentación y adquirimos alguna cosilla para los nietos, además del consiguiente dedal para incrementar la colección. También probamos, para acompañar a unas pastas, un vino dulce muy caliente. Estaba bueno y nos templó el cuerpo.

Castillop de Bran
En realidad, en esta fortaleza, que emerge de una roca y que nunca cumplió su misión defensiva de frontera entre Valaquia y Transilvania, jamás estuvo el conde Drácula. Pero, cosas de la literatura de ficción, Abraham (Bram) Stoker utilizó su imagen para situar en él a su también ficticio personaje de Drácula, cuyo parecido con Vlad Tepes es pura coincidencia.

El parque del castillo
Al castillo, rodeado de un bonito parque, se accede por una corta pero empinada cuesta en la falda de la montaña. La roca donde se asienta la fortaleza está unida a esta montaña por una especie de istmo, en el que se encuentra la entrada. Fue residencia real y por tanto reformado, aunque sin perder su aspecto de fortaleza.


Uno de los dormitorios
El interior, que nunca fue tétrico, está lleno de muebles y objetos históricos sin relación alguna con el vampiro. Dado que era por la mañana y el sol, aunque tímidamente, estaba presente, no pudimos ver a la celebridad objeto de tanta expectación. Estaría durmiendo su siesta diurna, dentro de su féretro, en alguna galería perdida del castillo.


Otra de las habitaciones
Presumiblemente, Bram Stoker ideó el carácter del conde Drácula basándose en aspectos del personaje real de Vlad Dracul, y usó Bran como modelo para describir el castillo de este vampiro.


Patio del castillo


Desde una galería del castillo
Su imagen ha sido utilizada en múltiples ocasiones por el cine y es conocido como «Castillo de Drácula», pero los propietarios actuales y las autoridades insisten en rechazar el mito de Drácula, y prohíben explotar el castillo como parque temático sobre este personaje. No obstante, la economía local, como entra dentro de la lógica crematística, ha aprovechado las circunstancias para impulsar el turismo.


Iglesia Negra de Brasov
Por la tarde, retornamos a Brasov y, para conocer mejor la población, hicimos un recorrido por los lugares más importantes de uno de los centros económicos de Transilvania que vive del turismo rural y de montaña. Una ciudad medieval preciosa arropada por los Cárpatos, con bosques que lamen sus extrarradios. 

Fortaleza de Brasov
Más tarde, asistimos a un concierto de cinco órganos en el interior de la Iglesia Negra. Dicho sea de paso, la música que se interpretó allí me resultó un tanto extraña.  Después de cenar, nos encaminamos de nuevo en la cervecería Festival 39, que tanto nos había gustado la noche anterior, y nos aposentamos cómodamente para degustar unos chupitos de tiuca, el aguardiente de ciruelas típico del país.

Naturalmente, como no podía ser de otra manera, el libro que he leído, después de este viaje por Rumanía, es la dichosa novela Drácula, de Bram Stoker.


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