jueves, 30 de diciembre de 2010

Cuento de Navidad apócrifo


Ahmed estaba exultante de alegría. Por fin iba a viajar. Acababan de decirle que una familia española quería que compartiera con ellos unos días de Du I-hiyya cuando los cristianos celebran sus vacaciones de Navidad. No haría caso de las historias que sus vecinos Alí y Rashid le contaban sobre la maldad de los infieles.

Manuel destilaba alegría por todos sus poros. La asociación había accedido a la solicitud que habían presentado Luisa y él para que un niño saharaui pasase las vacaciones de navidad con ellos. A Daniel y Marta, sus hijos, les vendría bien aprender a compartir y valorar las cosas que a ellos les sobraban y de las que otros carecían. Sabía que estaban haciendo una buena obra, por lo que, dentro de sí, sentía una gran satisfacción.

Luisa lo vio aparecer, desvalido,  por la puerta de llegadas del aeropuerto de Barajas y se congratuló de hacer cedido a los deseos de su marido olvidando todas sus reticencias.

Daniel con su carácter extrovertido acogió calurosamente a su nuevo compañero de habitación poniendo de manifiesto el retraimiento inicial de Ahmed.

Marta con sus grandes ojos verdes contemplaba admirativamente a aquel hermanito lejano que había aparecido hacía pocos días  y aparentaba ser el amigo de Daniel de toda la vida.

Daniel, encantado con la sorpresa agradable que provocaba en su nuevo amigo al compartir con él sus juegos, su ordenador, sus libros sus discos etc. y también los momentos difíciles cuando el se acordaba de su madre, comenzó a percibir que conforme se acercaba el día de la partida de Ahmed este se volvía más y más taciturno.

Luisa se había volcado con aquel niño que tanto la necesitaba. Recordaba cómo miraba todo con ojos agradecidos el día que fueron a unos grandes almacenes y allí le proveyeron de cuanto precisaba. Le había tomado un gran cariño y presentía que su marcha le causaría un gran dolor.

Manuel sentía una sensación agridulce. De una parte estaba eufórico por la actitud de su familia durante aquellos días y de otra lamentaba el retorno de Ahmed al Sahara. Cruzó su mirada con la del niño y éste bajo la cabeza. Le pareció que un relámpago extraño cruzaba sus ojos. ¿Ira? No. No podía ser. Estaba equivocado.  

Luisa y Manuel agitaban las manos en señal de despedida. La mujer no dijo nada pero una gran inquietud se había adueñado de ella. Durante un instante intuyó en la mirada de Ahmed algo semejante al odio.

-          No se si hemos obrado bien. Le hemos arrebatado cruelmente la ilusión que le habíamos proporcionado. Probablemente cualquier otra manera de ayudar hubiera sido mejor que ésta. Dijo a su marido.

En su fuero interno, Manuel tuvo la sensación de que su esposa estaba en lo cierto, mas no respondió guardando silencio.

Ahmed, a su vuelta, abrazó a su madre y rompió en amargos sollozos.  Recordó su estancia con aquella familia, su forma de vivir, la opulencia de aquella sociedad que le habían permitido atisbar pero que le había dejado muy claro que nunca sería la suya. Contrastó aquel mundo con la miseria, la pobreza y la falta de oportunidades de su pueblo. Sintió que aquel país le dejaba esta vez a él en la estacada como antes lo había hecho con su patria. La ira y el odio llenaron todo su ser y los maldijo desde el fondo de su corazón.

Se uniría a Rashid y Alí y, cuando creciera, lucharía junto a ellos para conseguir que todo fuera distinto, aunque tuviera que pasar por encima de seres como aquella familia que, sin pretenderlo, había destrozado sus esperanzas.


Felipe Tajafuerte
2010



*  *  *  *  *  *  *  *  *  *

Sé que muchas familias, con su mejor voluntad de la misma manera que Manuel y Luisa, deciden hacer este tipo de acogidas. Lejos de mí el más ligero reproche, aunque tengo muchas dudas de su conveniencia. En mi opinión son menos traumáticas y más productivas otras actuaciones. Claro que puedo estar totalmente equivocado y además cada uno hace con su dinero lo que cree más idóneo.


De todas maneras, esto no es nada más que un cuento de Navidad apócrifo, distinto, desde otra perspectiva. Un relato en el que, como suele decirse, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

No obstante,
…preocupa… ¿verdad…?.
 Esa era mi intención. 



lunes, 27 de diciembre de 2010

Camino del Bocal

Son las diez y veinte de la mañana, luce un sol espléndido pero tenemos un grado de temperatura. Afortunadamente la sensación térmica no se ve agravada por el viento, no obstante me subo el cuello de la parka y me sujeto las orejeras del gorro. ¡Vengan balas!

Transito por las solitarias calles de la ciudad y en quince minutos, atravesando el barrio de la Azucarera, dejo atrás el casco urbano. Tomo una pista paralela a la línea férrea Tudela-Zaragoza. El sol al frente, siempre cálido, se refleja fragmentado en los charcos helados. A mi izquierda los pinos que delimitan la Fuente de la Salud, antiguo manantial de difícil acceso en la actualidad, y más allá el río Ebro iniciando una gran curva aguas abajo.

Charcos de hielo en el camino
Una flecha amarilla enfilando en dirección contraria a mi marcha me sugiere que estoy siguiendo el Camino de Santiago en sentido inverso. Efectivamente, se trata del Camino del Ebro que, iniciado en Tortosa, enlaza en Logroño con el Camino Francés, después de la unión en Puente la Reina de los ramales procedentes  de Roncesvalles y Somport.

A ambos lados del recorrido campos llecos, yermos tras las cosechas. Un huerto de alcachofas desatendido, las plantas negras, heladas. Un poco más allá otro muy cuidado con una producción de este cultivo muy tentadora.

En la lejanía el comienzo de las Bardenas
Un panel me informa que he llegado al término municipal de Fontellas. En este tramo la calzada está asfaltada por lo que deduzco que  está cercano mi destino. Subo un suave repecho y desde allí, en lontananza, vislumbro la pequeña torre de la casa de compuertas. Sigo la ruta dejando a mi derecha en un altozano la villa de Fontellas.

Campos llecos. Al fondo la torre de compuertas
Las rectilíneas hileras de frutales de la finca del Carrizal apuntan hacia el Ebro y a Cabanillas, población situada en la otra orilla. En una finca lindante, los manzanos, desnudos de hojas, conservan las rojas Starking pendiendo de sus sarmentosas ramas. El suelo lleno de frutos confirma el abandono de la recolección.

Cosecha abandonada
Tras quince minutos más de caminata me encuentro ante la casa de compuertas recientemente restaurada. Diez remolinos señalan otras tantas bocas por las que se alimenta el canal. Es casi mediodía y el sol reverbera en el agua. El Moncayo, constante vigilante de mis salidas, es testigo impávido del alumbramiento de las aguas que, recorridos ciento cincuenta kilómetros, una vez atravesada Zaragoza,  volverán en el Burgo de Ebro al vientre del que surgieron.

Nacimiento del canal. Al otro lado de la casa el Ebro
El Canal Imperial de Aragón fue, en su momento, una de las obras hidráulicas más importantes realizadas en Europa. El proyecto inicial era del siglo XVI, pero fue llevado a cabo en el siglo XVIII cuando  el rey Carlos III encargó a Ramón Pignatelli la construcción de un quimérico cauce navegable que uniera el Cantábrico con el Mediterráneo.

El incipiente canal bajo el omnipresente Moncayo.
Después de un breve descanso, inicio el regreso por el mismo itinerario por el que he arribado desechando el GR-99 que discurre por el meandro del río y me haría llegar media hora más tarde. El poste indicador advierte que Tudela dista siete kilómetros. Me queda  una hora larga por andar.  

El camino de vuelta
No está nada mal un recorrido de dos horas y media como colofón de estos dos días de excesos gastonómico-sedentarios. Me he propuesto la continuidad. Veremos. 

martes, 21 de diciembre de 2010

El Yugo

Ayer, aprovechando que el día aparentaba mejorar, decidí darme una vuelta con el coche y tras pensarlo brevemente me dirigí a una de las puertas de entrada al Parque Natural de las Bardenas Reales de Navarra, la sierra de El Yugo, en el punto más álgido, a 490 metros de altitud.

Pasada la población de Arguedas, tomé a la derecha la nueva carretera que conduce por una curvilínea rampa al parque temático Sendaviva y tras cuatro kilómetros de ascensión giré a la izquierda en una pista que me llevó directamente al estacionamiento al pie del complejo compuesto por una iglesia, un albergue y la zona destinada a asadores, mesas, parque infantil y un mirador para apreciar la Bardena Blanca.

Ermita de Nuestra Señora del Yugo
La ermita de Nuestra Señora del Yugo,  Patrona de la Ribera, fue construida por el arquitecto alavés Pedro de Arrese a comienzos del siglo XVII en un alto. En la fachada principal del edificio se combinan una parte inferior de piedra de estilo tardo renacentista con otra superior de estilo barroco. Destaca la portada de sillar con un arco rebajado que se abre el  muro de ladrillo. Sobre esta hay un espacio dividido por grandes pilastras en tres cuerpos. En cada uno de éstos se abren ventanas flanqueadas por pilastras y rematadas por frontones triangulares. En los vanos laterales dos esculturas pétreas del artista arguedano Antonio Loperena, una de Santa Bárbara y la otra de San Esteban. Tiene un óculo bajo la espadaña que corona esta fachada, rematada con una cruz y hueco para la campana.

El Vedado de Eguaras y la Estroza
Me dirigí a un mirador de madera llamado Balcón de la Bardena Blanca. A pesar de que la jornada seguía desvaída, con pocos atisbos de arreglarse, el panorama era fascinante. A la izquierda de mi posición mirando al norte, atisbé el valle de Landazuría, al cual lleva el camino que parte desde lo alto de la ermita. Siguiendo esta ruta, por el Alto de los Tambores, cruzando El Plano, llegaríamos al Monasterio de la Oliva. Es el itinerario, tantas veces recorrido, de la javierada de la Ribera.

El conjunto más espectacular de la Bardena Blanca
Moviéndome en el sentido de las agujas del reloj, veía el Vedado de Eguaras, La Estroza y su  Punta. Seguí virando y vislumbré el conjunto quizá más espectacular de la Bardena Blanca: Castildetierra,  un poco más lejano, tras el polígono de tiro, Piskerra, El Rallón, La Ralla y Sanchicorrota. Continué dando la vuelta y en lontananza se intuía el Balcón de Pilatos vigilando la reserva natural del Rincón del Bu, La Nasa y, perdiéndose en el horizonte, la Plana de la Negra

Polígono de tiro en el Parque Natural
Balcón de la Ribera
Aspiré con fruición el aroma de los pinos y me dirigí al cercano Balcón de la Ribera, sobre el parque Sendaviva cerrado en esta época del año. Si en el mirador anterior la vista era fantástica, en este era espectacular. Situado en un altozano, su ubicación conforma todo su entorno, abarcando una panorámica de 360 grados, como un lugar privilegiado para una completa observación paisajística contrastada de la depresión del Ebro, la sierra del Moncayo, las Bardenas y los Pirineos.

Intuimos la silueta del Moncayo
Unos tímidos rayos de sol mañaneros confluían a mi costado izquierdo, indicándome que estaba situado mirando hacia el sur. A mis pies, cubierto por la niebla, el Ebro discurría plácido por el valle. Más que verse, se adivinaba, la ciudad de Tudela  con el trasfondo del Moncayo coronado de nubes. Tornando otro poco hacia la derecha, en la hondonada, la villa de Castejón, con la fumata blanca de las chimeneas de sus dos centrales termoeléctricas, parecía dormida. Más allá de la AP-15, rasgando el cromatismo de los campos, se insinuaban distintos pueblos navarros y riojanos y algunas huertas solares. Reanudé el movimiento circular visionando de nuevo el panorama contemplado en el otro mirador, descrito anteriormente, concluyendo una vuelta completa sobre mí mismo.

La fumata de las centrales de Castejón
De camino hacia el coche, me prometí volver en otro momento en que el cielo esté diáfano para admirar una vez más el cambiante paisaje bardenero. Un día de esos que se ven los Pirineos asomándose, enhiestos, saludando de lejos las montañas del Sistema Ibérico. 

domingo, 19 de diciembre de 2010

Pastillas de colores

Nunca me ha preocupado mi salud, quizá sea debido a mi buena fortuna ya que nunca he tenido problemas con ella.

Ayer acudí al centro de salud para conocer los resultados de la analítica que, por prescripción facultativa, me han efectuado de forma preventiva.

Todo bien. Colesterol, ácido úrico, azúcar, PSA etc. Pero al tomarme la tensión arterial la doy alta. Yo que siempre he tenido un seguro de vida con mi tensión baja. Claro que, hasta ahora, no había cumplido nunca 65 tacos. Si los tuve en una vida anterior no me acuerdo.

- Además del Omeprazol, tómate estos comprimidos para regular la tensión y estas cápsulas vitamínicas para…, bueno para algo, no recuerdo para qué.

Yo que solamente he tomado en mi vida algo de paracetamol he debido hacer algún  gesto extraño, porque añade:

- No te preocupes, esto no es nada.

No quisiera volverme hipocondríaco. Pero esta mañana me he sentido raro preparándome una cápsula  blanca y granate, otra gris y una pastillita de color rosado, muy mona ella.  Me veo en una situación muy semejante a mi consuegro Ángel quien, por la mañana, se pone en la cavidad de la mano once o doce píldoras, cada una de un color, se las echa en la boca, se bebe un vaso de agua y cuando las ha tragado dice con gran sentido del humor:

- ¡Hala! Ahora id cada una a vuestro sitio.

No se puede ir al médico ni a darle los buenos días.  Inevitablemente, a partir de ahora, tendré que ir cultivando su amistad porque me temo que nos vamos a ver las caras más a menudo de lo deseado. 

martes, 14 de diciembre de 2010

Ocaso




Cae la tarde.
El agua, rumorosa,
va deslizándose

entre las sombras,
cantando suavemente,
hacia el ocaso.


Felipe Tajafuerte
2010

Foto tomada en el río Svir (Rusia)

lunes, 13 de diciembre de 2010

San Gregorio

Hoy he repetido uno de mis paseos favoritos. Tiene alguna pequeña dificultad, pero es de los que te hace sentir satisfecho de haberlo realizado. Esta vez lo he hecho provisto de mi cámara fotográfica para recoger alguna instantánea interesante.

Inicio el recorrido saliendo de la ciudad atravesando los 17 arcos ojivales del puente medieval sobre el río Ebro. Giro a la derecha y sigo el camino que por la margen izquierda, aguas abajo, me conduce hacia la desembocadura del Barranco Grande, desaguadero de las Bardenas. Llego a él dejando atrás los fértiles huertos de Traslapuente y giro a la izquierda hasta situarme en la carretera de Tudela, paralela al río, en dirección hacia Cabanillas,  por la que camino unos quinientos metros.

Primer tramo de la muralla
Siempre por el lado izquierdo, bordeo las deterioradas naves de una antigua tejería y continúo ascendiendo por una pista lleva a la cima del monte Cantabruna. A unos cuatrocientos metros, al pie de un lienzo de la muralla reconstruido de 17 metros de longitud en la que las piedras están colocadas sin ningún tipo de argamasa, en seco, me topo con un panel  informativo sobre el yacimiento arqueológico del Castro de San Gregorio. Prosigo subiendo y llego a otro tramo de muralla similar, de unos 12 metros,  que hace un ángulo. Por supuesto, recojo el consiguiente testimonio gráfico.

Muralla y ángulo
Persisto en la ascensión. La cuesta se hace cada vez más exigente. Un tanto sofocado por la pendiente, me paro a descansar en una zona aterrazada  donde se encuentran los últimos vestigios de lo que fue el poblado de la edad del Hierro. Cercano un foso artificial defensivo. El panorama es espléndido. A mis pies, hacia la izquierda, el Valle del Ebro, al frente el Moncayo coronado de nieve y algo escorada a la derecha la ciudad de Tudela se yergue airosa entre los jirones de niebla y el emergente sol de la mañana.


Restos del castro de la edad del Hierro
Ya repuesto, reanudo el ascenso de nuevo muy riguroso y, por fin, alcanzo la cima. Es una meseta  rodeada de pinos excepto por la parte por la que he accedido. Un depósito artificial para riego nos impide la visión de las Bardenas. En el lado contrario se alzan las ruinas de la desaparecida ermita de San Gregorio Ostiense, mostrando tan solo los restos de algunas de sus paredes.

Ruinas de la ermita de San Gregorio Ostiense
Fue construida esta ermita en 1421. El Cráneo del santo se traía una vez al año a Tudela desde otra ermita de Sorlada, cerca de Estella, en procesión solemne. Tuvo su mayor  esplendor en el siglo XVII y, según Altadill fue saqueada en 1822 y la imagen encontrada en un barranco de las Bardenas.

Me acomodo en unas piedras y reposo al par que respiro el aire fresco matinal, impregnado de olores a tomillo, lavanda y romero mezclado con el de los pinos.

Valle del Ebro
Es hora ya de volver. Lo hago por el camino opuesto al de subida. Rodeo el depósito de riego y desciendo hacia el Barranco Grande dejando a mi derecha las gigantescas hélices de los cercanos aerogeneradores. Cruzo la carretera y por un camino paralelo al de la ida, por entre feraces huertas donde se cultivan con mimo nuestras afamadas alcachofas, llego al inicio del puente, desde el que se percibe la magnífica silueta de la torre románica de la Magdalena.

Llego a casa cansado pero muy satisfecho por la caminata. No se si es malo, bueno o mejor, pero se me ha abierto un apetito… 

lunes, 6 de diciembre de 2010

"El Romero"

A pesar de la baja temperatura, aprovechando el resplandeciente sol mañanero, me he desplazado hasta el Parque del Romero, lugar emblemático de la cercana ciudad de Cascante. No es el mejor tiempo para visitarlo. Los árboles, desnudos, levantan sus muñones hacia el cielo y los parterres huérfanos de flores nos muestran su grisácea superficie bruñida por el rocío cristalino de la madrugada.

Cascante es una pequeña ciudad de la Ribera de Navarra, situada a unos diez kilómetros de Tudela, en el valle del Queiles. Fue municipio romano asentado sobre un poblado celtíbero. Compró el título de ciudad al rey Felipe IV en 1633 por 10.000 ducados y sobre este hecho hay una copla que popularizó el Padre Méndez  en 1766 y que luego recogió José María Iribarren con alguna pequeña variación:

Cascante se hizo ciudad
Al año de mil quinientos
Ellos están contentos 
Al pagar me lo dirán

Moncayo desde el mirador
Dejo el coche en el estacionamiento del parque y cámara en ristre me dirijo hacia el mirador. Es un balcón con unas vistas impresionantes del valle del Queiles desde el que se divisan diecisiete pueblos navarros y aragoneses. Al frente, escorándose hacia la izquierda, una panorámica fantástica de la Sierra del Moncayo totalmente nevada, algo más a la derecha los Montes del Cierzo mostrando sus verdes y ocres cuadriculados como un damero multicolor. Más a la derecha todavía, el monte Yerga,  se eleva sobre los demás con algún resto de nieve. A nuestra espalda, oculta por el arbolado, adivinamos la Bardena.


Exterior de la Basílica
 Tomo la dirección contraria y, atravesando los jardines, llego a la basílica. Dedicada a Nuestra Señora del Romero, de estilo barroco, fue edificada en el siglo XVII en la parte más elevada de la población en el lugar de otra más antigua destruida por un incendio. De este edificio viejo se conserva una capilla gótica asignada a San Marcos, donde se encuentra una talla del siglo XII ó XIII en madera policromada de unos 80 centímetros de altura, sobre una sencilla peana en la que figura “Nª Sª del Romero”. Del interior de la basílica destaca la rica ornamentación de yeserías en el presbiterio y crucero, su retablo barroco en cuyo centro se sitúa la imagen vestida de la titular a la que acompañan lateralmente dos tallas de los santos Joaquín y Ana; y el retablo, del siglo XVII,  de Santa Catalina de Alejandría, ubicado en la última capilla del lado del evangelio.

Yeserías del interior
Pero lo verdaderamente sobresaliente es la galería porticada que enlaza la basílica con el pueblo. Hecha en ladrillo, de estilo barroco, tiene treinta y siete arcos de medio punto sobre pilares para proteger a los visitantes. Desciendo contando los arcos. Treinta y siete. Leo en el indicador que tiene 39. Yo diría que no me he equivocado, sin embargo me faltan dos. Inicio la ascensión contando nuevamente … 34, 35, 36 y 37. Ni uno más. Los dos restantes no aparecen.

Arquería

Arquería y Basílica
Esta arquería, según dicen, es única en España y tiene características similares a la del santuario de Ntra. Sra. De San Luca, en Bolonia. El pórtico de la ciudad italiana fue edificado entre los años 1674 a 1693 por el arquitecto Gian Giacomo Monti y después Carlo Francesco Dotti. Consta de 666 arcos y su largura es de 3.796 metros. El corredor de Cascante se construyó entre 1761 y 1756 por un arquitecto anónimo, mide 136 metros y como he dicho se compone de 37 arcos a pesar de que en todas partes figuren 39.

La Sierra del Moncayo preside el valle del Queiles
 A pesar de la frescura matinal, la subida de los soportales bañados por el sol, ocasionando bellos contraluces, me ha hecho entrar en calor. Tomo unas cuantas instantáneas, me encamino hacia donde he dejado el coche y retorno a la calidez de mi casa. Como ya he comentado, no es la estación más adecuada para la visita de este parque, sin embargo la espectacular y cercana perspectiva del Moncayo con el brillo esplendoroso de la nieve caída recientemente, amén del recuerdo de  los momentos felices de la niñez de mis hijos vividos en este lugar,  han hecho que mereciera la pena acercarse a él en esta luminosa mañana otoñal.

jueves, 2 de diciembre de 2010

¿Y la crisis?

Estamos inmersos en la crisis. Los noticiarios nos ahogan todos los días con los mismos temas económicos: desempleo, congelación de pensiones, recortes presupuestarios, disminución de los gastos sociales, la deuda subiendo, el euro bajando, la bolsa en caída libre, rescate de países como si de mineros chilenos se tratase, bancos a la deriva a los que se ha puesto una vía de “pasta” cual si fuera insulina, los mercados cebados en nuestra yugular.

Pero, hete aquí, que llega diciembre, el puente de la constitución, y la crisis parece que hace mutis por el foro. Esta mañana desplazándome en mi coche escuchaba el programa Herrera en la Onda y, según he colegido, el tema era el lugar de destino durante este viaducto constitucional.

Había para todos los gustos. Una señora marchaba a Cracovia para algo de un mercadillo. Otra quería visitar a su hijo que reside en Qatar. Una pareja no se fiaba del tiempo en el norte y se dirigía hacia el sur, aunque pensaban mojarse. Alguien ha cantado las excelencias de Huelva donde iban a permanecer. Una familia ha manifestado marchar a Buenos Aires aprovechando el haber conseguido a buen precio los billetes de avión. Mientras he estado escuchando el programa de Carlos Herrera nadie ha confesado quedarse en casa.

Crucero por los ríos rusos

A más INRI las estaciones de esquí a tope, sin plazas. Ha nevado y hay que aprovechar no vaya a ser que la nieve se agoste si le da por hacer calor. Era lunes, día de trabajo, pero el Camp nou se encontraba a rebosar  en el “clásico”  F.C. Barcelona-Real Madrid. ¡Joder con  la crisis!

Se ve que aquí los apuros son para los desempleados a los que les van a escamotear los 426 euros de marras. Los demás nos privamos de pocas cosas. Eso sí, todos  hablamos de lo mal que está todo, lo que cuesta llegar a final de mes, la hipoteca que aprieta, aunque por lo visto no ahoga, la falta de alegría de todos los sectores, excepto el del ocio, claro.

¡Qué sosiego para las conciencias saber que cuanto más gastamos y consumimos nosotros, más estamos contribuyendo al confort de los desheredados de la fortuna puesto que estamos incentivando el consumo y haciendo que se mantengan los puestos de trabajo! ¿Como nos van a mirar de forma aviesa los que carecen de lo más imprescindible, entretanto nosotros despilfarramos alegremente, si estamos colaborando a su bienestar? 

¿Veis que fácil es tranquilizar los pocos escrúpulos que nos restan? Nada, nada, a cooperar con los desamparados puliendo lo que nos queda y lo que nos falta. Hay que ser solidario hasta reventar.

No se si es causa de risa o de desconsuelo.

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