domingo, 30 de septiembre de 2012

El paraíso en la otra esquina

Acabo de leer esta novela de Mario Vargas Llosa que no sabría decir si se trata de una historia novelada o una novela histórica, algo que ya me ocurrió con El sueño del celta y La fiesta del chivo, producciones estas del mismo autor. En El paraíso en la otra esquina se cuentan las vidas de Flora Tristán y de su nieto Paul Gaugin, Koke, a quien nunca le interesó mucho la de su abuela Madame-la-colère, por lo que en realidad se trata de dos novelas en una. La historia paralela de dos seres antagónicos que sin embargo tienen en común la búsqueda de un mundo distinto al que les ha tocado vivir.

Flora Tristán es una empedernida luchadora social por los derechos de los obreros y las mujeres, defensora acérrima de los oprimidos. Escarmentada de su matrimonio, cree que el sexo es un instrumento de dominio masculino y por tanto el enemigo a batir, renunciando totalmente a él salvo la corta relación lésbica con Olympia Maleszewska.

Paul Gaugin  es un individualista que solamente piensa en sí mismo y considera el sexo como la fuerza vital imprescindible para desarrollar su creatividad por lo que mantiene numerosas relaciones. Deja su cómoda vida de agente de bolsa para dedicarse a su obsesión pictórica abandonando a su suerte a su mujer e hijos.  

El perro rojo. Paul Gaugin 

Parecen unas vidas dispares, sin embargo tienen algunos puntos simétricos. Los dos padecen penurias económicas y abandonan a sus respectivas familias por seguir lo que llamaríamos su vocación, ella en pos de un mundo más justo y él de uno más puro. Ambos murieron en un relativo abandono y sufrieron por sus enfermedades, Flora atribulada por sus cólicos y maltrecha matriz; Paul carcomido por la sífilis, la enfermedad impronunciable.  Los dos coinciden en la utópica persecución de un ideal perfecto, de un paraíso perdido.  

Con un lenguaje muy castellano que hace olvidar la procedencia peruana del autor, los capítulos se van relevando en el relato de las vidas de una y otro.   A pesar de que la narración está hecha en tercera persona, Vargas Losa va alternando ésta con aseveraciones o interpelaciones hechas a sus personajes:

El vértigo te rondaba cuando oías estos lugares comunes, Florita. En ninguna parte habías visto, como en esa ciudad de mercaderes ostentosos, una exhibición tan cínica de la lujuria y de la explotación sexual. Ni tantas prostitutas que buscaran clientes con osadía y descaro parecidos.

Koke se moriría en cualquier momento ¿y qué harían ella y el niño? Prefería regresar donde su familia.
No te importó mucho. La verdad, Pau'ura y Émile hubieran sido un estorbo para empezar esta nueva existencia. En cambio te irritó que Pierre Levergos se negara a acompañarte.

Esta novela, o estas historias, las he leído con verdadero interés. Quizá le falte el suspense o la intriga propias de una novela para atrapar al lector pero, a mi juicio, lo suple con creces la atracción que producen ambos personajes. Flora Tristán como abanderada de la liberación de la mujer y de los derechos democráticos de los obreros. Paul Gaugin como apóstol del arte moderno y de las libertades eróticas. 

Dos mujeres de Tahití. Paul Gaugin

- ¿Es aquí el Paraíso?
- No, señorita, aquí no. Vaya y pregunte en la otra esquina.


El título, El paraíso en la otra esquina, parece surgir de este juego de niñas que se describe en el último capítulo de la novela. Nos indica que los seres humanos perseguimos el paraíso y cuando creemos haberlo encontrado alguien nos dice que no es aquí, sino en un lugar parecido, pero no éste y ... seguimos buscando.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Tarde de mercado


Tras unos días en que daba la impresión de que el verano se nos había acabado, el otoño hizo su entrada por la puerta falsa, acompañado de una temperatura más acorde con la estación finalizada que con la nueva que hacía su aparición el fin de semana. En Tudela se estaba celebrando el Mercado de las tres culturas precisamente en estos días.  El sol radiante con el que había amanecido el sábado, invitaba a estar en la calle. Los bares hacían su agosto con sus terrazas abarrotadas de gentes deseosas de prolongar un verano que se nos había escabullido. Como me habían comentado que lo del mercado estaba muy bien y la tarde incitaba a ello, ni corto ni perezoso me fui para vello y no preguntallo.

Aspecto de la calle Herrerías

La feria ocupaba el final de la calle Yanguas y Miranda, la de Herrerías y parte del Paseo del Queiles. Comencé por las dos primeras donde los puestos de  venta junto con las banderolas que adornaban estos espacios daban un aspecto medieval a esta parte de la ciudad rebosante de un público ávido de curiosear todo lo allí expuesto.  Los tenderetes de herboristería, encurtidos, quesos, embutidos, pastas, empanadas, tartas, chocolates, frutos secos, golosinas, bacaladas, jamones, miel y de todo tipo de alimentos se alternaba con los de bisutería, velas perfumadas, juguetes y figuras de madera, piedras naturales, tatuajes, ropas y todo tipo de artesanías. Un numeroso grupo de jóvenes esperaba su turno para adquirir alguno de los apetitosos crepes que ofertaba un quiosco, indiferentes al paso de un arquero y un cetrero con vestimenta ad hoc.

El público curiosea los puestos

En el Paseo del Queiles se encontraba el zoco árabe con sus teterías y tiendas de comida turca, marroquí etc. a cuyo lado un espacioso tenderete exponía unos grandes jarrones bruñidos, de metal dorado, con arabescos. 

El zoco árabe

Dos tiovivos ecológicos, movidos por fuerza motriz garbancera, me recordaron el que observé este verano en Gijón, en un mercadillo similar a este. 

Un de los tiovivos

Un individuo, vestido a la usanza mora,  paseaba a unos chiquillos montados en unos burritos, enlazados unos con otros mediante un ramal, abriéndose paso entre el gentío. Unas mesitas con juegos infantiles completaba la zona dedicada a los peques. En otro de los lados una gran tienda mostraba un conjunto de aves rapaces dispuestas para ser objeto de fotografías, previo pago, con cada uno de los niños que esperaban pacientemente acompañados de sus padres o abuelos. 

Los aguerridos jinetes

Una charanga, ataviada con ropajes de la época, ponía la nota musical a este ambiente festivo que había dado comienzo el viernes y se iba a prolongar hasta el final del domingo.

Los músicos amenizan el ambiente

Este tipo de mercados, que llena de colorido nuestras ciudades,  abunda ya desde hace unos años con diversos nombres. Yo he conocido, además de éste,  los mercados medieval, de las viandas, goyesco y algún otro, cuyo nombre no me vine ahora a la memoria. Supongo que serán lo suficientemente rentables como para organizar tinglados de este tipo. Siempre caemos en alguna tentación a pesar de que los precios no sean muy acordes con la crisis que padece el personal.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Haikus insomnes




Noche cerrada.
Varado en el insomnio
y exasperado.

Se viene el día.
Te miro embelesado y
me sugestionas.

Tu azul pupila
anclada en nuestro amor
inamovible.

Ensimismado,
sumido en la nostalgia,
me entrego a ti.


Felipe Tajafuerte
2012

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Rótulos con enjundia



Esta mañana he salido a dar un paseo por la ciudad, acompañado de mi inseparable cámara fotográfica,  dispuesto a convertirme en el reportero más dicharachero del lugar. En este deambular callejero, han llamado poderosamente mi atención algunos rótulos de establecimientos comerciales que se salen de lo común, que tienen su aquel y son capaces de provocar una cierta sorpresa y la sonrisa de quien se topa con ellos.  En Tudela abundan unos cuantos de estos letreros que demuestran el ingenio de algunas personas incluso a la hora de poner un nombre a su negocio. Voy a enumerar varios; algunos pertenecen a locales ya cerrados, la crisis ha hecho estragos, y los más continúan siendo parte activa de la ciudad.

  • El arca de Noé.  Retrotrayéndonos a los recuerdos del estudio de la historia sagrada en nuestra niñez, sin duda nos sugiere la venta de animales o mascotas. No es así, se trata de una gran ferretería muy variada.
  • Pecado capital. No es un puticlub sino un lugar donde nos harán un buen tatuaje.
  • Mi sitico. Las féminas podrán  comprar ropa y complementos en este sitio.
  • No+vello. Aquí depilan con láser y te dejan como el culo de un chiquillo.
  • Taburetes ni uno. Nos indican que en esta cafetería podremos estar muy cómodos tomando nuestro cafecico o nuestra cervecica.
  • El cielo puede esperar. En este bar se estaba de puta madre pero, por hacerle la competencia a Dios, tuvo que cerrar.
  • Y punto. En este bar, según dicen, se está de tres cojones...¡y punto!
  • Al fondo hay sitio. Ya sabes a donde hay que dirigirse en este bar de copas. Por no decir una frase tan larga se le conocía por el Alfonsito.
  • De la mata al puchero. Así lo asegura esta verdulería y frutería.
  • Esto no es Lourdes. Antes de entrar te avisan en este salón de belleza que donde no hay mata no hay patata, vamos que aunque la mona se vista de seda...
  • Un momentico que la están peinando. Pues eso..., ¡que la están peinando!












Entre los comercios con nombre de señoras he encontrado dos de ropa femenina con nombres propios. Pero ¡qué nombres! Uno de ellos Obdulia y el otro Ula

He transitado por delante del asador El zipotero, personaje del carnaval tudelano y de un hotel restaurante denominado Pichorradicas, heredero de Casa Ignacio, el famoso bar de las pichorradicas (tapas).  En Tudela esta palabra se usa para definir lo que no se sabe que es, y todo son pichorradas, es decir cosas pequeñas y sin importancia. Atribuyen a un conocido locutor de Radio Tudela, ya fallecido, la siguiente frase: Mientras llegan las noticias, escucharemos unas pichorradicas de Beethoven. 

En el extrarradio, en el centro comercial Puente de la Ribera, se encuentra el hipermercado Eroski. En el lado opuesto de la ciudad, en uno de nuestros polígonos, está situado un club llamado Eros. Pues bien, éste último es conocido en todos los ámbitos tudelanos como Erosquiqui. Creo que no hay que explicar por qué.

Y para terminar, una anécdota que me contaron en cierta ocasión. Dos señoras mayores salieron un día del ambulatorio de Santa Ana y entraron a comprar sus medicinas a la Farmacia de guardia, en la cercana calle Príncipe de Viana. Una vez dentro se apercibieron de que no se trataba de una farmacia sino de un bar. Sin cortarse lo más mínimo, se sentaron junto a una mesa. El camarero se les acercó y preguntó:

- ¿Qué van a tomar las señoras?
- Dos manzanillas.

- Marchando dos infusiones de manzanilla.
- No, por Dios. Dos copicas de manzanilla, de la de Sanlúcar, con un platico de aceitunas.

Farmacia de guardia cerró hace ya un par de años quizá cansados de que les demandaran paracetamol e ibuprofeno. 

sábado, 15 de septiembre de 2012

Por tierras de Alvargonzález

Habían ya transcurrido unos cuantos años desde mi anterior estancia en la Laguna Negra de Soria. Tras el intento del pasado año en el mes de mayo, fallido a causa de la nieve, nuestra Asociación Albea programó para setiembre de este año la misma excursión incluyendo además las Lagunas de Neila burgalesas. Saliendo de Tudela, a partir de Soria, seguimos la ruta marcada por Antonio Machado en el cuento leyenda La tierra de Alvargonzález, con la diferencia de que nosotros lo hacemos en un medio de transporte mucho más moderno. En Cidones, como él, tomamos la carretera hacia Vinuesa, circundamos el Pantano de la Cuerda del pozo e iniciamos la subida hasta el aparcamiento cercano a la laguna. 

Continuamos ascendiendo a pie por una senda escarpada hasta llegar al circo del embalse, cuyo frente y lado izquierdo se encuentran flanqueados por enormes farallones graníticos; cierra el lado derecho una ladera ascendente cubierta de pinos.

Laguna Negra soriana. Niebla en la cumbre 

Un viento fuerte y frío nos azota el rostro. El agua, oscura, muestra en la superficie unas gélidas arrugas causadas por la ventolera.

Laguna Negra soriana

Nubes de niebla arañan las cumbres y las rachas de la ventisca arrastran las diminutas gotas de una llovizna intermitente que hace que no podamos permanecer mucho más tiempo contemplando el glaciar.

Roquedal de la Laguna Negra soriana

Discurrimos por las pasarelas de madera que  bordean uno de los lados de la laguna y ponemos los pies en una pequeña playa que el bajo nivel de las aguas ha dejado al descubierto. Un tanto ateridos, abandonamos definitivamente el lugar, desandamos el camino y subimos al autobús.

Entrada al paraje de Castroviejo

Van desfilando ante nuestra vista diversos pueblos, Vinuesa, Molinos de Duero, Covaleda, hasta llegar a Duruelo de la Sierra, donde tomamos un desvío a la derecha para acceder al paraje de Castroviejo. La carretera, sinuosa, va ganando altura salvando las Fuentes del Duero mediante estrechos y curvos puentes que ponen a prueba la pericia de nuestro conductor. Elevadísimos pinos albares, rectilíneos, con el tronco rojizo, buscan la luz de un cielo que va abriendo retazos azules por los que penetran los rayos solares. La carretera deja de ascender y nos detenemos en el lugar reservado para estacionar. Un letrero de madera nos indica que hemos llegado a Castroviejo.

Rocas en Castroviejo

Cruzamos la cerca y encontramos un lugar espectacular. Enormes rocas con formas caprichosas se diseminan por el contorno en pendiente. Me recuerdan la Ciudad Encantada de Cuenca, aunque el espacio es mucho más reducido. No me canso de hacer fotografías.  Al fondo un pequeño mirador entre dos rocas nos muestra el  magnifico panorama del valle con la población de Duruelo de la Sierra abajo, en el centro.

Más rocas

Se va acercando la hora de comer. Volvemos al autocar y nos dirigimos a Quintanar de la Sierra, donde tenemos preparado el yantar. Ismael, nuestro cicerone soriano, durante la marcha, va desgranando los versos del romance de Machado en medio del atento silencio de los viajeros.

                                    Abunda en la tierra un gris
                                    de plomo y azul de plata,
                                    con manchas de roja herrumbre,
                                    todo envuelto en luz violada.
                                    ¡Oh tierra de Alvargonzález,
                                    en el corazón de España,
                                    tierras pobres, tierras tristes,
                                    tan tristes que tienen alma!


Entramos en la provincia de Burgos, dejamos atrás Revenga y llegamos a nuestro destino, un restaurante en un camping de Quintanar de la Sierra.    El menú, muy típico por estos lares, compuesto de crujientes torreznos, sabroso revuelto de morcilla y pimientos, un apetitoso arroz con boletus y unas excelentes chuletas de cordero a la parrilla con patatas fritas, nos deja plenamente satisfechos.

Paisaje desde el mirador de las Lagunas de Neila

Tras la sobremesa, continuamos nuestro viaje. Una carretera estrecha, plagada de curvas y precipicios, ascendente, interminable, nos sitúa en la cima junto al camino que nos llevará a las lagunas de Neila. Un mirador sobre el cortado, nos evidencia la magnificencia del paisaje. Las cumbres se suceden a los valles y tras ellas más cumbres; pinos, hayas, robles, carrascas van pintando distintas tonalidades entremezclándose unas con otras. El cielo se ha tornado diáfano y azul. Ahora sí divisamos perfectamente el Pico de Urbión.

Laguna de los patos

Comenzamos nuestro paseo a pié y contemplamos en primer lugar, en una profunda hondonada, la Laguna de los patos. Un enorme monolito rocoso nos la oculta parcialmente. Caminamos quince minutos y llegamos a las orillas de la Laguna Larga. Las vacas que se encuentran paciendo nos miran indiferentes. El sol de la tarde riela sobre las aguas.

Laguna Larga

Caminamos otros quince minutos y llegamos a la que lleva el mismo nombre que la soriana: Laguna Negra. La superficie presenta un color oscuro debido a su fondo pizarroso. Tomo nuevas fotografías y volvemos a paso más ligero hacia el autobús porque el tiempo se nos ha echado encima.

Laguna Negra burgalesa

De regreso, en el autocar, un tanto adormecido, se me vienen a la memoria los últimos y trágicos versos, recitados por el guía Ismael, con los que Antonio Machado finalizó el romance de La tierra de Alvargonzález, dedicado a Juan Ramón Jiménez:


                                Llegaron los asesinos
                                hasta la Laguna Negra,
                                agua transparente y muda
                                que enorme muro de piedra,
                                donde los buitres anidan
                                y el eco duerme, rodea;
                                agua clara donde beben
                                las águilas de la sierra,
                                donde el jabalí del monte
                                y el ciervo y el corzo abrevan;
                                agua pura y silenciosa
                                que copia cosas eternas;
                                agua impasible que guarda
                                en su seno las estrellas.
                                ¡Padre!, gritaron; al fondo
                                de la laguna serena
                                cayeron, y el eco ¡padre!
                                repitió de peña en peña.




jueves, 6 de septiembre de 2012

El Cristo


La ermita de la Santa Cruz está situada  a algo más de un kilómetro del núcleo urbano de Tudela, en la margen derecha del río Ebro, aguas arriba, en una hondonada modelada por los cerros que conforman el barranco del Cristo.  Del remoto origen de este templo se han aportado muy pocos datos, sin embargo,  existe un documento en el que se dice que Alfonso el Batallador hizo donación al Monasterio de San Martín de Cercito de la iglesia de la Santa Cruz , en extramuros de la villa de Tudela, por lo que se reconoce su existencia durante la dominación musulmana de la ciudad.


Interior de la ermita

Ha sufrido numerosos avatares a lo largo de su dilatada historia. Identificada como el Monasterio de Santa María in Silva, en 1145 pasa a los monjes sagienses. Los numerosos privilegios de la que fue dotada hicieron surgir diferencias con los priores de la colegiata y, tras diversos pleitos, el obispo de Tarazona, como juez arbitral, puso término a los mismos en 1203. Se desconoce la causa por la que los monjes sagienses abandonaron el edificio y el priorato que se incorporó, con todos sus bienes y privilegios, a la mensa capitular de la iglesia mayor.  En 1620 fue reedificada por vez primera por el deán tudelano don Antonio Cuéllar, quien usaba en sus despachos el título de prior de la Santa Cruz. Destruida por los franceses en 1808, fue reconstruida en 1815 y arruinada por un incendio en 1857. Se inauguró de nuevo en 1859 en el lugar que actualmente ocupa debido a que el trazado del ferrocarril coincidía con su antiguo emplazamiento. Por amenazar ruina, en 1972 tuvo lugar la última restauración.

El día del Cristo

Se venera en ella una imagen de Cristo crucificado que, según una antigua tradición, bajó por las aguas del río Ebro y fue recogida frente al lugar donde se alzaba la ermita y colocada en uno de sus altares, lo que dio pie para cambiar la denominación primitiva de Santa María in Silva por la de Ermita de la Santa Cruz. Así mismo, la cofradía de ballesteros allí existente, fundada en 1235 por don Rodrigo Ximénez de Rada, cambió su nombre por el de Hermandad del Santo Cristo de la Santa Cruz, al desaparecer el carácter bélico de dicha cofradía.

Imagen habitual del día del Cristo

Se venera así mismo en este templo la efigie de la Virgen de la Muela que llegó, según se cuenta, flotando sobre las aguas del Ebro, encima de una muela de molino, parándose frente a la basílica. Esta imagen no está expuesta habitualmente sino que se encuentra en las dependencias de los hermanos y se muestra al público en el altar, en el lado del evangelio, los días 3 de mayo y 14 de setiembre.

Romería del Cristo

En este pintoresco lugar, cada año el día tres de mayo por la tarde, se celebra una fiesta, cuya fundación fue hecha por don Juan de Mur en 1734. Desde 1810 se tiene noticias de las romerías que tenían lugar y en las cuales, después del acto religioso, se dispersaban por los campos regresando a la ciudad con los carros y galeras engalanados de adornos vegetales, con músicas, canciones y gran alborozo. Esta animación fue decreciendo con los años hasta casi desaparecer, siendo recuperada de nuevo. Lógicamente los festejos han cambiado, como los tiempos, pero actualmente el día del Cristo es una gran celebración  dedicada especialmente a los niños, con gran afluencia de ellos, que corretean, como "tutanes", por los cerros circundantes poniéndose como un "hecce homo" y merendando la tradicional "culeca", ese gran bollo de pan dulce con uno o dos huevos duros, incluida la cáscara, cocidos dentro, del que tenemos las primeras noticias en un libro de actas de de la Hermandad datado en 1893.

La tradicional "culeca"

Todos los tudelanos asociamos a este bello paraje recuerdos felices de la niñez y sensaciones imborrables de nuestra juventud. Para mí, a partir de ahora, va a tener unas connotaciones todavía más especiales, indelebles,  puesto que el próximo sábado, día ocho de setiembre del presente año 2012, en este privilegiado lugar, voy a tener el placer de ser el padrino de una singular ceremonia: el enlace matrimonial de Laura,  mi hija menor.


Bibliografía:
José Yanguas y Miranda: Diccionario Histórico Político de Tudela.
Mariano Sainz Pérez de Laborda: Apuntes tudelanos.
Luis María Marín Royo: Etnografía histórica tudelana.
Jesús Martínez Escalada: La historia de Tudela contada por sus calles.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Mis armas



Norma, una bloguera argentina asidua visitante de mi blog, hace unos días me hizo esta observación: ...¿sabes como te imagino? con un cuadernillo y una lapicera tomando nota de todo lo que ves a tu alrededor...  Este y otro comentario posterior de mi amiga Nerim me han inducido a exponer a vuestra consideración los instrumentos de los que me valgo para hacer mis reportajes que, ante mi sorpresa y regocijo, parece gozan de cierta aceptación.

No hace mucho tiempo, impartí una charla en una asociación de mujeres sobre un viaje a Rusia. Una de ellas que había viajado con nosotros me preguntó: ¿como puedes después de dos años acordarte de tantos detalles? me has hecho revivir de nuevo el recorrido. Debo reconocer que tengo buena memoria para ciertas cosas, sin embargo para otras, mi retentiva no es tanta. Durante dos días me he vuelto loco buscando por toda la casa el libro que estoy leyendo por no recordar dónde lo había dejado.  Por fin ha aparecido; lo tenía, sin verlo, delante de mis narices.

En mi pequeño bolso, viaje o no viaje, siempre llevo una libretita de apuntes y un bolígrafo. Durante mis desplazamientos suelo tomar nota de nombres de lugares, palabras curiosas y sus significados etc. Para recoger algunos datos facilitados por guías o sonidos que deseo volver a escuchar dispongo de una pequeña grabadora. Esta tiene la dificultad de que las baterías se agotan al cabo de un par de horas y hay que recargarlas en la red, por tanto no sirve para una visita guiada de larga duración. Hay que seleccionar cuidadosamente las grabaciones.

El sistema que verdaderamente me resulta eficiente, desde que me hice con una cámara digital, es la fotografía. Hago fotos de todo lo que se me pone a tiro: edificios, personas, situaciones peculiares, paneles informativos, rótulos de calles, lugares, objetos curiosos, paisajes, pinturas, esculturas... en fin, cualquier cosa que crea que me va a ser de utilidad. Como muestra aquí tenéis unas cuantas.

Panel publicitario de Auchan en San Petesburgo

Panel en Campo de Criptana

Panel del lago Chiemsee en Alemania

Detalle de una cafetería en Gijón

Un rincón de Rello (Soria)

Urinarios en Viena

Rótulo de una calle de Viena

Puesto de una monjita en el mercado de Zagreb

Hortensias en Monsanto (Portugal)


Una vez en casa, al pasarlas al ordenador, mi primera acción es cambiar la referencia que la máquina asigna a cada una de las fotografías por la que yo estimo conveniente con la finalidad de que me sirva para recordar lugares, situaciones etc. Además, recojo toda clase de información que se facilita en los puntos que visito, asocio instintivamente éstos con su gastronomía, guardo todos los planos de las ciudades y, cuando dispongo de él, hago anotaciones en el programa del viaje que estoy realizando.

A la hora de escribir sobre el tema que me ha venido a la mente, consulto el material recogido y la bibliografía de que disponga sobre él y, por supuesto, lo que hay en la red: Wikipedia, blogs, páginas web, fotografías etc. Pongo manos a la obra e inicio un nuevo viaje basándome en todos estos elementos plasmando las impresiones, recuerdos y vivencias que me suscitan dándoles un toque propio. Por esta razón, mis reportajes son habitualmente subjetivos. Aporto datos, pero lo que verdaderamente me produce satisfacción es dar mi visión personal, hacer partícipe a quien ha tenido la atención de acercarse hasta mí las sensaciones y vivencias experimentadas en aquel momento y lugar.

En cierta ocasión, un compañero de recorrido, al leer una de mis entradas sobre el mismo, me dijo: No sé, hemos estado juntos, hemos hecho el mismo itinerario, pero tú has visto cosas de las que yo no me había dado cuenta. Es una observación que me agradó plenamente.

Estas son mis armas. He querido mostrarlas no para dar consejos a nadie, no soy quién para ello, sino para satisfacer la curiosidad de algunos y aportar alguna idea a aquel que pueda estar interesado. Si esto le facilita un tanto las cosas, daré por bueno el tiempo empleado en este particular striptease.  

sábado, 1 de septiembre de 2012

Ciudad con sabor añejo



La reciente excursión realizada hace un par de semanas a Monsanto me ha hecho recordar con añoranza la visita realizada a la capital portuguesa hace poco más de tres años. Partimos desde Cáceres donde nos encontrábamos en casa de nuestro hijo mayor. Unas horas de conducción nos situaron en la ciudad en un acogedor hotelito con unas vistas preciosas a la Praça Marqués de Pombal con la idea de pasar un par de días.  Desde el primer momento fuimos cautivados por el encanto de sus calles y plazas, por ese sabor añejo que desprenden los barrios lisboetas.

Praça do comercio

En la estación de metro cercana al hotel, sacamos un bono utilizable en todo tipo de transporte urbano. No recuerdo exactamente el precio pero sí que era muy asequible y con él conocimos el magnífico funcionamiento de todos ellos. En metro recorrimos la Avenida da Liberdade hasta el barrio de Baixa el Rossio y la Praça do Comercio que entonces se encontraba en obras. Con el elevador de Santa Justa subimos al barrio alto y al Chiado descendiendo en el funicular da Gloria hasta la Praça dos Restauradores. Con el tranvía 28 nos desplazamos a la Alfama y al Castillo. En autobús nos dirigimos a la Torre de Belem y Los Jerónimos. Únicamente no hicimos uso del transbordador. Un funcionamiento perfecto pleno de sabor y colorido.


Elevador de Santa Justa


Funicular da Gloria

Pateamos los tradicionales barrios de la ciudad, la cuadrícula de las calles de la Baixa con sus abundantes restaurantes y sus casas demandando urgente restauración, el Chiado donde tuvimos oportunidad de degustar los excelentes caldos lusos, la Alfama  con el castillo de San Jorge en el que se encuentra la cámara oscura, la  que está pidiendo a gritos una limpieza de sus piedras, el Miradouro de Santa Luzía, plagado de vivas y fragantes flores, con una fantástica panorámica del barrio y del río Tejo, destacando la cúpula de Santa Engracia y las torres de San Vicente de Fora, iglesia renacentista, panteón de los Braganza, en la que destaca un claustro con azulejos pintados representando fábulas de Lafontaine. Recuerdo que entablamos conversación con un religioso autor, según nos confesó, de la escultura del Padre Coll  situado en el patio del colegio de la Anunciata de Tudela.


El tranvía 28 que nos sube al Castillo y la Alfama


El castillo y la Alfama

En el barrio de Belem recorrimos su torre defensiva, descansando sentados en los escalones y contemplando la amplitud del estuario de Tajo. Y ¿como no? admiramos uno de los monumentos más representativos del país: el Monasterio de los Jerónimos, joya del estilo manuelino con más de cinco siglos de antigüedad. Paseamos por los hermosos jardines que allí se encuentran disfrutando de una tarde soleada de mayo.


Torre de Belem

Claustro de los Jerónimos

Comimos el bacalhau en varias de las múltiples formas en que lo preparan regado con el sugerente vinho verde. Saboreamos su exquisito café pingado y nos refrescamos con su deliciosa cerveza nacional Sagres.  Todos los días cenamos en el mismo restaurante de la Avenida da Liberdade puesto que se hallaba de camino al hotel, al que nos apetecía volver caminando en las plácidas noches lusitanas.

 En lugar de dos fueron tres las jornadas que permanecimos en la ciudad. Lo suficientemente intensas para conocerla y marchar de ella con deseos de volver.

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