viernes, 11 de noviembre de 2016

Medellín


Después de unos cuantos años, mi mujer y yo hemos tornado a Medellín, localidad extremeña, cercana a Don Benito y Villanueva de la Serena, en la provincia de Badajoz. En aquel entonces, un caluroso día de agosto, paramos a comer a la vuelta de Mérida, donde habíamos asistido en su teatro a una representación de la tragedia griega Medea, de Eurípides. Lo hicimos en un chiringuito de las playas del río Guadiana, en la margen izquierda aguas abajo, y poco vimos del pueblo entonces. También en esta ocasión nos acercamos a esta población para comer. De igual manera, a pesar de encontrarnos a finales de octubre, hacía calor. Al cruzar su hermoso puente del siglo XVII, custodiado desde las alturas por una imponente fortificación, no pude evitar dirigir mi mirada hacia nuestra derecha, al lugar donde habíamos repuesto fuerzas en aquella ocasión. El tinglado veraniego había desaparecido por completo.

El pueblo semi-desierto

Haciendo tiempo antes de la hora del yantar, estacioné el coche y dimos un paseo por el pueblo. Lo encontramos desangelado, como sin vida; apenas nos cruzamos con cuatro viandantes.


El monumento a Hernán Cortés y el castillo desde el Ayuntamiento

En la plaza del Ayuntamiento, en un florido paseo, se encuentra el monumento a Hernán Cortés. Al fondo, sobre un cerro, se divisa el castillo, vetusto vigía de la ciudad y del puente sobre el Guadiana.


Iglesia de Santa Cecilia

Seguimos el paseo por las desiertas calles hasta toparnos con la mole compacta de la iglesia de Santa Cecilia. De los siglos XVI al XVII y estilo gótico, con connotaciones clasicistas, parece querer continuar hasta la torre su nave parcialmente derruida. A pesar de ser la iglesia parroquial, no pudimos pasar al interior por encontrarse cerrada.

El Castillo

Ya en el restaurante, la persona que nos estaba atendiendo nos preguntó de dónde veníamos. De Navarra, contestamos. Pues habéis elegido un mal día. Es lunes, añadió, el castillo y el teatro están cerrados por descanso semanal y, además, el acceso principal está clausurado por un desprendimiento en la muralla que no ha sido reparado todavía. En la actualidad, la entrada está por un lateral habilitado al efecto. Al ver nuestro gesto de contrariedad, comentó que la gente traspasaba la valla que cierra el paso y que, con un poco de cuidado, se podía ver algo de la fortaleza.

Iglesia de San Martín

Después de comer nos acercamos hacia el castillo y aparcamos junto a la hermosa iglesia románica de San Martín, del siglo XII, erigida sobre un templo dedicado a Plutón y donde se encuentra la pila bautismal en que se cristianó a Hernán Cortés, según reza un rótulo adosado.


Entrada al castillo

Continuamos a pié por un camino bien empedrado, con una pendiente llevadera. No tuvimos ninguna dificultad para traspasar la valla y vimos que efectivamente había un lienzo de la muralla derruido que tampoco revestía peligro aparente. 


Teatro romano e iglesia de Santiago

Traspasamos un arco de medio punto y, a través de la reja de entrada, atisbamos el interior sin poder apreciar nada relevante.   Desde allí pudimos contemplar a nuestros pies, junto a la iglesia de Santiago, el teatro romano, abierto al público apenas hace tres años, y una esplendida panorámica de la vega del Guadiana.


El castillo y la entrada al teatro

Nos tuvimos que conformar con verlo desde el exterior. En nuestro descenso hacia la mencionada iglesia observamos las entradas a los graderíos. El templo, con un ábside románico de medio tambor, ocupa parte de la escena. Su interior alberga el Centro de interpretación de Medellín. Continuamos caminado, un tanto alejados de la muralla, dando la vuelta a la imponente fortificación. Otra preciosa vista de un verde Guadiana y su puente. En la orilla opuesta, sobre otros cerros unas urbanizaciones y un restaurante asomado al valle.

Puente de los Austrias sobre el Guadiana

Descendimos y nos encaminamos al puente. Caminamos por su calzada, de unos cinco metros de anchura subiendo la suave pendiente que nos lleva al centro y que desciende hacia la otra orilla. En la mitad del trazado un pequeño templete con tres hornacinas, una inscripción y el escudo de los Austrias que da fe de su construcción. El primitivo romano, próximo al actual, aprovechado por visigodos, musulmanes y cristianos resistió el embate de las aguas hasta principios del siglo XVI, fue sustituido por otro que duró veintiocho años y el actual, llamado de los Austrias, data de 1630, reinando Felipe IV, tiene veinte ojos, ocho menos que el primitivo romano y su longitud es de unos cuatrocientos metros.

El castillo desde el camino al teatro

Desde el pretil, constatamos el problema actual del río Guadiana, del que ya habíamos escuchado algo: el camalote.   Se trata de un jazmín de agua, una planta invasora, procedente del Amazonas, que se propaga rápidamente y muy difícil, por no decir imposible de erradicar. Un manto verde cubría una amplia zona de río y en algunos lugares el agua parecía desaparecer como en sus famosos Ojos. Esta es la causa de la desaparición de los chiringuitos y la inutilización de la playa fluvial para el ocio, con el consiguiente perjuicio económico para la población. No quisiera ver nuestro Ebro convertido en una alfombra verde como esa. Para aquellos que quieran conocer con más amplitud este problema les dirijo al artículo publicado en 2015 en eldiario.es.

El camalote en el Guadiana

Era hora de volver ya a Cáceres y, desde el mismo puente, antes de tomar las de villadiego, dirigimos nuestra vista por última vez al conjunto de este pueblo pacense que tuvo una enorme importancia no sólo en época romana, a pesar de la cercana influencia de Emérita Augusta, la actual Mérida, sino en épocas posteriores como lo atestiguan el puente, el castillo, el teatro romano y las iglesias de Santa Cecilia, San Martín y Santiago. Amén de ser la cuna del conquistador de Méjico Hernán Cortes.

1 comentario:

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