Siempre que me encuentro en la monumental ciudad de Cáceres siento una imperiosa llamada que me hace buscar algún momento adecuado para acercarme a su casco histórico. Y es que, a pesar de mis reiteradas visitas, habitualmente encuentro algún lugar, rincón, motivo o detalle en el que no había reparado hasta entonces. Quizás muchas veces se trata tan sólo del cambio de luz ocasionado por la hora, la estación, la lluvia o cualquier otro motivo que influya en mi ánimo. En esta ocasión, accedí, desde la Plaza Mayor, por el Arco de la Estrella, dejando a la izquierda un andamio por las obras que se están realizado en la base de la Torre de Bujarro.
La concatedral "remozada" |
Desde el inicio de la estrecha calle de la Estrella, que conduce a la Plaza de Santa María, se escuchaban unos ruidos inusuales en esta zona. Al llegar a dicha plaza comprendí la causa de tal revuelo. El espectáculo era un tanto caótico: furgonetas, camiones, palas cargadoras o elevadoras y un sin fin de operarios de varios gremios afanados en sus trabajos. Allí pululaban carpinteros, soldadores, carretilleros, albañiles, tramoyistas, conductores, técnicos de montaje, ingenieros en un totum revolutum con curiosos, repartidores y turistas. Estos últimos andaban como locos despistados buscando todo lo que les habían prometido sus agencias de viaje sin que lograran localizarlo.
Trabajando en la Plaza de San Jorge |
Volví al día siguiente. Un reguero de cacereños, tan curiosos como yo, pululaban por el lugar. La concatedral de Santa María estaba recubierta por los muros y un pórtico ojival de poliespán dándole el aspecto de una catedral gótica distinta. La plaza de San Jorge se había transformado en un mercado medieval. De las ventanas de los edificios colindantes colgaban lucidos pendones; por arte de birlibirloque había surgido una especie de cenador en el centro de ella. Un trono encubría la efigie ecuestre del patrón de la ciudad en las escalinatas y la iglesia de San Francisco Javier había cambiado el color de sus torres tratando de asemejarse a la ciudad de Verona. La industria del celuloide la había tomado por asalto sin necesidad de asediar sus murallas. Se iban a rodar dos películas: La catedral del mar y otra relacionada con Romeo y Julieta. También estaban pendientes del rodaje de un episodio de Juego de Tronos.
Transformación lista para rodar |
La monumental Cáceres se ha convertido en un pispás, desde el rodaje de la serie Isabel, en un plató cinematográfico de moda, al que los lugareños se acercan durante las horas de ocio para ver el cambio se sufre su ciudad al albur de la película de turno.
El nuevo ambiente |
Indudablemente, el Ayuntamiento ha encontrado un filón que trata de explotar. Esperemos que nos les estalle en las manos y maten la gallina de los huevos de oro que supone su condición de ciudad monumental.
La Plaza de San Jorge veronesa |
Entre tanto, convendría avisar a los visitantes de que es muy probable que no encuentren el casco histórico tal como viente ilustrado en los folletos turísticos.
Y la coloreada iglesia de San Francisco Javier |
Espero y deseo que en mi próximo regreso encuentre de nuevo las cosas en su sitio: la concatedral con su torre renacentista, sin poliespanes añadidos; la plaza de San Jorge con sus tiendas de souvenirs y su cafetería, sin carros ni templetes ni pendones, aunque no sean verbeneros, San Jorge en su hornacina y que las torres de San Francisco Javier hayan recobrado su clásico enjalbegado que resalte el gris del granito.
Aspecto habitual del casco histórico |
Quisiera recorrer sus calles empedradas, sus adarves y sus rincones recoletos sin ruidos insólitos, tan sólo el crotoreo incesante de las cigüeñas. Observar el verdor de las trepadoras adhiriéndose a los muros, sin colgaduras extrañas, y a los visitantes con el plano en la mano y los ojos asombrados, en lugar de soldadores y carpinteros provistos de su correspondiente herramienta.
Y caminar sin obstáculos hacia el Arco de La Estrella para echarme al coleto un Ribera del Guadiana en la Plaza Mayor.
No sufras, esa normalidad ya ha llegado y he sido testigo de ello el pasado sábado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me voy acostumbrando porque también aquí, las Bardenas Reales se han convertido en escenario de películas y spots publicitarios. Abrazos
EliminarRecuerdo mi dos visitas a Cáceres, especialmente una nocturna, maravillosa. Lo que te has encontrado en ese casco antiguo no es una novedad, es el nuevo filón que han encontrado ayuntamientos para hacer caja, lo que luego no se dice son sus consecuencias en el patrimonio de todos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quizás consideren más rentable estas actividades que conservar el patrimonio y acoger a los visitantes. Abrazos
EliminarAquí en Chile, estimado Felipe, también hay una constante pugna entre los modernistas y los, podríamos decir "patrimonialistas". Sería aceptable un término medio, que rara vez se produce. Son los primeros quienes suelen salirse con la suya.
ResponderEliminarAbrazo austral.
Como dicen los catalanes refiriéndose a nuestra antigua peseta: la pela es la pela. Saludos
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