domingo, 21 de febrero de 2016

Éfeso


Ahora que estamos en pleno entrenamiento para la javierada, recuerdo que una de nuestras compañeras le dijo al sacerdote que iba a celebrar la misa de peregrinos en Murillo el Fruto:

- Prepara la eucaristía como quieras, pero olvídate de lo de la docilidad.

Se refería nuestra compañera al texto de la carta de San Pablo a los efesios, consignado en el capítulo cinco, versículos del veintidós al veinticuatro. Aquello de:

"Sean dóciles los unos a los otros por consideración a Cristo. Las mujeres a su marido, como si fuera el Señor, porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. Así como la Iglesia es dócil a Cristo, así también las mujeres deben ser dóciles en todo a su marido."
¡Qué tiempos! Si le soltamos esto de la docilidad a la parienta, ella nos suelta algo menos sutil y nos dice de todo menos guapo. Y con toda la razón.

¿A santo de qué viene todo esto? Pues no sé por qué he asociado las Javieradas con la ciudad de Éfeso y San Pablo. Simplemente, al ponerme a relatar la visita realizada a esas ruinas durante nuestro viaje a Grecia, ha acudido a mi memoria, sin un motivo aparente, la dichosa epístola. ¡Hay que joderse, qué cosas se nos pasan por la cabeza en ocasiones!

Baños delÁgora
A lo que iba. Después de navegar durante toda la noche por el Egeo, llegamos la madrugada de un precioso día de octubre a Kusadasi, ya en Turkía. A diecinueve kilómetros de esta población se encuentra nuestro destino para esa mañana: la antigua ciudad de Éfeso.


Un bonito rincón

En su momento fue un importante centro comercial, cultural y religioso. Alcanzó su mayor esplendor entre los años 100 a 150 d.c. en los que llegó a tener medio millón de habitantes convirtiéndose en la segunda ciudad del Imperio, después de Roma. Hoy día sus ruinas grecorromanas constituyen uno de los principales atractivos turísticos.


El Odeón
Su puerto, otrora muy importante, fue abandonado hace mucho tiempo por el retroceso de las aguas marinas a causa de la erosión y sedimentación que lo alejaron de la línea actual de la costa. 

Arco y columna

El recorrido es muy cómodo,  con una suave pendiente en dirección al antiguo puerto. A ambos lados de una amplia calle, llamada de los curetes, se van sucediendo los vestigios de casas, palacios, templos, termas etc. de una belleza que impresiona, tan solo comparable, a mi modesto entender, con el Foro romano.


La Fuente de Trajano
La calle finaliza en una plaza donde se encuentra la famosa Biblioteca de Celsius, pero antes de llegar a ella hemos ido dejando restos tan impresionantes como la Fuente de Trajano, los baños del Ágora del Estado, las letrinas, la calle de las prostitutas, diversos templos, entre ellos el de Adriano.


Templo de Adriano
Además, en el lado izquierdo de nuestra marcha, se encuentran las viviendas que se han exhumado en la ladera de monte Koressos, por las que hicimos un dilatado recorrido admirando estos domicilios que sin duda pertenecieron a ciudadanos acomodados de la ciudad.
Una de las casas con un bonito mosaico
En ellos vimos algunos mosaicos impresionantes. Volvimos de nuevo a la calle Curetes, frente al Odeón y a nuestra izquierda la plaza donde se ubicaba la Biblioteca de Celso con su impresionante fachada reconstruida. 


Biblioteca de Celsio
Continuamos por lo que se denomina la Vía de mármol, con su múltiples columnas, hasta llegar al anfiteatro, el mayor del mundo, con capacidad para treinta mil espectadores. 


El Anfiteatro
De aquí, por la Vía Arcadino, también llamada del Puerto, finalizamos esta visita con un sabor de de boca muy agradable. 

Templo de Domiciano
Había optado por la visita a las casas de la ladera en lugar de ir a ver la casa de la Virgen. Soy muy escéptico con estos lugares. El hecho de que estuvo en Éfeso, junto a San Juan Evangelista, es verosímil, aunque no probado, ya que, según el evangelio, Jesús se la confió. De ahí a mostrarnos una edificación como casa de la Virgen hay un gran trecho, y yo no estaba por la labor de recorrerlo. Tampoco fuimos a ver la única columna que queda en pie del famoso templo de Artemisa.


Pritaneo
Así, de las ruinas de esa importante ciudad, nos volvimos a nuestro crucero para continuar viaje por las islas del mar Egeo.  

Ágora del Estado
He reconstruido en mi imaginación la placentera vida de esos acomodados ciudadanos que ocuparon las viviendas  que nosotros, dos mil años después hemos hollado. Digo acomodados porque no todos podrían tener una casa con calefacción y agua corriente. Quizás una mañana calurosa, allí hace calor en otoño, saldría de su oscuro cubículo con la túnica puesta, atravesaría el peristilo y el atrio, junto al triclinium; daría con sus huesos en la calle de los Curetes y se dirigiría a alguna de las tabernae para tomar el ientaculum. Si la necesidad le acuciaba, acudiría a las letrinas, donde, previo calentamiento del asiento de piedra por un esclavo sentado en él, se aliviaría. A continuación se encaminaría a las termas más cercanas, en la que disfrutaría de las aguas tibias, calientes y frías, a la vez que conversaba con sus amigotes.


Monumento Memio
Una vez excrementado y bañado, barajaría algunas de la siguientes opciones: dirigirse a la esplendida biblioteca de Celsio o bien al estadio o al gimnasio o al Odeón o al Ágora del Estado, si tenía inquietudes financieras. Volvería a la domum para, reclinado en el triclinium, hacer la segunda comida, prandium. Por la tarde, si el espectáculo era de su agrado, por la calle de Mármol, encaminaría sus pasos a Anfiteatro, donde vería la función cómodamente reclinado en un asiento con respaldo, mientra daba buena cuenta de la merenda. Quizás fuese uno de los efesios que escucharon a San Pablo en este recinto. Quis novit. Más tarde, volvería por la misma Vía de Mármol y, quizás, quizás, siguiera la indicación del primer letrero conocido: la huella de un pie con uno de sus dedos indicando la entrada al burdel, donde una bella scortum le alegraría la tarde. La cena y la vuelta al cubiculum ocuparían las últimas horas del día. No era tan mala vida, si eras acomodado, claro, de otra forma, otro gallo cantaría. En aquel entonces se diría, más o menos, algo así: Alioquim, alio gallus cantabo. Digo yo. 

8 comentarios:

  1. Me has dejado colgado con la epístola de marras.

    Saludos

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    1. Pues imagínate a las mujeres actuales ante una epístola de esta especie. ¡Pues aún se lee en algunas celebraciones religiosas! Un saludo

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  2. Magnífico el recorrido pormenorizado que nos entregas por la antigua ciudad de Éfeso. No hay discusión alguna del machismo que hoy apreciamos en esa carta de san Pablo a los efesios, pero si la continuamos, también hace indicaciones al hombre tendentes a la delicadeza que deben tener hacia las mujeres y, en suma, el triunfo del amor.

    Me ha encantado, Felipe, la lectura e imágenes de un viaje largamente pensado y que sigue en lista de espera. Mil gracias.

    Un abrazo.

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    1. Como decimos aquí, desde entonces ha pasado mucha agua por el Ebro y las cosas han cambiado, pero para la violencia hacia las mujeres seguimos en el mismo punto muerto de siempre. Un abrazo

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  3. Interesante, me ha encantado el viaje, no sé si decir que aparte de la epístola o pese a ella. Muy buena narración con aportación de estupendas fotos de la antigua ciudad de Éfeso que llegó a tener medio millón de habitantes, muchos para aquellos tiempos, y el mayor anfiteatro del mundo, entre otras cosas.
    Un abrazo.

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    1. Lo de la epístola es un modo como otro cualquiera de comenzar la narración. Se me ocurrió este. Abrazos

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  4. Precioso viaje, Felipe, es una maravilla visitar estos monumentos que son testimonios de otras culturas y personas con otras vivencias. Éfeso es uno de los lugares más bellos que hoy se pueden visitar aún, y además como tú lo cuentas, hilvanas las fotografías con la narración de forma magistral.

    Conocía esta epístola de San Pablo, y me parece un machista en grado superlativo, hoy sería denunciable por acoso a la mujer,

    Un abrazo con mi cariño.
    Ángeles

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    1. El machismo de San Pablo puede ser hasta comprensible, han pasado dos mil años desde entonces. Lo peor es que todavía hay personas que tienen esas mismas ideas. Y no digamos nada de otra religión que no hace falta nombrar. Un beso

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