Tras la reja herrumbrosa, la Patrona sonríe
ante el gesto que el pueblo de Tudela le brinda
componiendo un vibrante talud lleno de flores.
Complacida, percibe el inmenso cariño
puesto en ese lucido manto. La devoción
encandila, arrastra a toda la ciudad
sin hacer distinción de sexo, edad ni grado.
Un amor sin fisuras arraigado en los siglos.
Levemente, las flores, tenues como el incienso,
trepan hasta alcanzar el semblante morenico
de la Abuela. Las jotas cantan preces
con aromas de albahaca y pañuelos bermellones.
Las campanas voltean sones de cera y bronce
mientras las gentes gritan: ¡Viva, viva Santa Ana!
puesto en ese lucido manto. La devoción
encandila, arrastra a toda la ciudad
sin hacer distinción de sexo, edad ni grado.
Un amor sin fisuras arraigado en los siglos.
Levemente, las flores, tenues como el incienso,
trepan hasta alcanzar el semblante morenico
de la Abuela. Las jotas cantan preces
con aromas de albahaca y pañuelos bermellones.
Las campanas voltean sones de cera y bronce
mientras las gentes gritan: ¡Viva, viva Santa Ana!
Felipe Tajafuerte. 2025