La mañana del sábado salió soleada, pero con el anuncio de lluvias por la tarde. Pensamos hacer un pequeño recorrido y visitar la Cascada del Cubo por lo que precisábamos dirigirnos a Casas de Irati.
Como es natural, por simple precaución, consultamos el estado de la carretera y nos llevamos una decepción, la carretera se encontraba cortada. Cambio de planes. Nos dirigimos a Izalzu para realizar otro recorrido. Iniciamos el camino, pero a los pocos metros nos dimos cuenta que esa trocha no era para nuestra edad. Dejamos que nuestra hija y su marido continuaran y mi mujer y yo desistimos. En su lugar decidimos, recordando viejos tiempos, hacer una visita a la ermita de Nuestra Señora de las Nieves en pleno corazón de la selva del Irati. No recordaba que la carretera tuviera tantas curvas, algunas de ellas muy cerradas. Llegados al destino, dejamos el coche en el aparcamiento y, al dirigirnos al punto de información, nos quedamos boquiabiertos. Un poste señalizador nos indica que Casas de Irati se encuentra a 150 m. y la Cascada del Cubo a poco más de un kilómetro.
La pista que nos lleva a la cascada
Por una pista muy cómoda nos encaminamos a la cascada remontando el río Urbieltza por su margen derecha. A pesar de la escasez de hojas en el arbolado, la primavera apenas ha dado comienzo, el lugar es un verdadero paraíso.
Acompañados del rumor acompasado el río y el canto esporádico de algunas aves, llegamos a los saltos donde el agua se desinhibe y cambia del verde al blanco para tornar de nuevo al verde en un pequeño remanso.
Un pequeño descanso
De vuelta, descendemos hasta la orilla atraídos por la belleza del estrechamiento del valle. Continuamos nuestro paseo hasta llegar al aparcamiento y nos encaminamos, pasando por Casas de Irati y las ruinas de Casas del Rey, a la enjalbegada ermita de Nuestra Señora de las Nieves. El sol mañanero resalta su blancura en el bosque incipiente.
La ermita de Nuestra Señora de las nieves
Volvemos a Ochagavía y tenemos tiempo para acomodarnos en un bar de la plaza Gúrpide, disfrutar de una reconfortantes cervezas, y visitar la ermita de Muskilda en lo más alto del pueblo antes de dirigirnos a Izalzu para recoger a los dos senderistas que llevan cinco horas andando.
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El río se deliza por el bosque |
Los vemos aparecer hacia las dos y media de la tarde cruzando un pequeño puente sobre el río. Cuando les decimos dónde hemos estado, su cara es un poema. Ha llegado la hora del yantar. Lo hacemos en una sidrería en Ochagavía. Pruebo la sidra. Está muy buena, fresquita, pero para comer me decanto por un tinto reserva navarro.
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Ochagavía al fondo |
Un poco de descanso, una visita al pueblo y una frugal cena familiar en la casa rural que tenemos alquilada para el fin de semana. Mañana será otro día y, si no llueve, tenemos prevista una pequeña marcha por los alrededores.
Buenas noches.
Abril de 2025