sábado, 19 de septiembre de 2015

Coincidencia

Me lo comentaron mis amigos: en Plaza Nueva hay alguien que publica artículos con el nombre de tu blog. No le di mucha importancia porque realmente no la tiene, pero agradarme, lo que se dice agradarme, no mucho, la verdad.

A la hora de elegir la cabecera de mi blog, comprobé en Google que nadie utilizaba ese títular. Es sabido que si no está en internet no existe. Fue al tercer intento, ya que los dos títulos en que había pensado con anterioridad ya figuraban y no deseaba coincidir con nadie.

Después del aviso de mis amigos, visité nuevamente el famoso buscador, tecleé "desde mi mejana" y... ¡voilà! Ahí estaba, a continuación de las mías, la primera referencia de mi competidor, del 12 de noviembre de 2014: Desde mi Mejana|PLAZA NUEVA. Exactamente la misma denominación, la única diferencia la D y la M mayúsculas iniciales. No "Desde la Mejana", como sería lo habitual, sino "Desde mi Mejana". ¡También es casualidad!


Comprobado el tema, me puse en contacto con un compañero de clases, redactor de dicho semanario, simplemente para comentarle el hecho. Me dijo que, efectivamente, se trataba de una sección llevada por un colaborador de hace bastantes años que la había titulado así.

Le respondí que en internet no figuraba desde hace años, sino desde el pasado 2014 y que resultaba un tanto extraño que hubiésemos coincidido ambos en titular él su sección y yo mi blog con el mismo nombre. Me contestó que desconocía desde cuándo titulaba así la sección.

Tampoco quise insistir mucho en el tema ya que no le doy mayor importancia, aunque no me agrade. Al fin y al cabo son dos medios totalmente distintos. Quedó en informar a su colaborador para que estuviera al tanto y por si él quería modificar algo. 

Por mí, puede hacer lo que crea conveniente, modificar su título o no. Lo que pretendo dejar bien claro es que yo no he copiado el nombre a nadie. Es posible que él tampoco, quizá sea una pura coincidencia y que a los dos nos gustó el mismo título. Pienso, no obstante, que, probablemente, la situación no sería la misma si hubiera realizado él las mismas comprobaciones que yo hice, aunque también puedo estar equivocado.

Quizás, si así lo decide, para él sea más sencillo modificar el título; a mi me resulta más dificultoso debido, además del dominio en internet, a no complicar el acceso a los más de cincuenta mil visitantes habidos durante estos años, de los lugares más insospechados del globo, con más de cien mil páginas leídas, si no falla mi contador de visitas. Aunque parezca inmodestia, es una realidad, totalmente verificable,  que a mí también me sigue sorprendiendo todavía.

Así pues, sepan los lectores de Plaza Nueva,  y cualquiera que tenga noticia de ello, que la sección "Desde mi Mejana" de dicho semanario tudelano no tiene nada que ver conmigo ni con el blog desde mi mejana, del que soy autor. Dicho queda.

martes, 15 de septiembre de 2015

Un día completo


En mes de agosto, como teníamos a nuestras nietas en casa debido al trabajo de sus padres, proyectamos hacer una excursión con ellas para, a la vez que las manteníamos entretenidas, mostrarles algún lugar de los alrededores.

En principio pensamos en el santuario de Sancho Abarca, en la prolongación de las Bardenas en Aragón, pero el intenso calor que se barruntaba el día de poner en práctica este plan, nos decidió a modificar nuestro destino y dirigirnos al Moncayo.

Después de pasar el primer restaurante de la falda del monte, hicimos una parada con el fin de, según dicen ellas, tomar un "vermutillo"; en realidad, unas galletas y un poco de agua. Finalizada la carretera de ascenso, continuamos por la pista forestal hasta el mismo santuario de La Virgen del Moncayo, donde termina el camino accesible con coche. Estacioné mi vehículo, reservé mesa en el restaurante y entramos en el humilde y solitario santuario.

Desde la explanada del aparcamiento estuvimos observando el espléndido paisaje del valle del Queiles.

- Mirad, este primer pueblo pequeñito que se ve abajo, a lo lejos,  es Santa Cruz de Moncayo, ese más grande de atrás es Tarazona y aquel que se ve tan lejos, tan lejos, tan lejos, entre la bruma, será Cascante o quizás Tudela.

Las niñas, asomadas al precipicio, miraban curiosas desde la valla protectora, la mayor con precaución, la pequeña con más osadía.

Vista del valle del Queiles desde el Santuario

- ¿Y esas piscinas de ahí abajo?
- No son piscinas, son balsas para abastecer de agua.

Nos fuimos a dar un paseo descendiendo hasta la fuente de la ermita de San Gaudioso. Muy pequeña, se asemeja a un refugio de montaña. En frente una preciosa fuente de tres caños, bajo un tejado sostenido por tres arcos de medio punto. AGUA NO TRATADA, dice un rótulo sobre los chorros.

Fuente de San Gaudioso

- Yayo, este agua no es buena.
- Sí es buena, es pura. No tratada quiere decir que no tiene cloro -bebo una poca, yo no soy muy de agua- está muy buena y muy fría.

Les enseñé cómo beber con el cuenco de la mano, la probaron también e hicieron beber a mi mujer con ellas.

Nuestro paseo
Me entretuve haciendo unas cuantas fotos. traté de enseñarles la altísima cumbre pelada del Moncayo, pero ellas siguieron jugando a recoger piñas caídas de los pinos. Entre unas y otras cosas se nos echó encima la hora del yantar por lo que nos encaminamos al comedor,

Cuando terminamos de reponer fuerzas, con el fin de mantenerlas entretenidas durante toda la tarde les propuse lo siguiente:

- ¿Queréis que vayamos a ver el nacimiento de un río?
- ¿Qué es eso?
- Donde comienza a salir el agua por primera vez.
- ¿Qué río?
- El Queiles, el que pasa por debajo de Tudela y termina en el Ebro.
- Vale, pero tenemos que merendar de picnic, que nos lo has prometido -¡joder! cualquiera diría que no han comido...
- Bien, haremos esto: primero vemos el nacimiento del Queiles, luego merendamos y, antes de volver a casa, veremos un embalse.
- ¿Qué es eso?
- Como un lago artificial con una presa muy alta.
- ¿Qué es una presa?
- Una pared muy alta, muy alta para que el agua no se escape; ya la veréis.

No sé si lo comprendieron del todo porque, en ocasiones, nos resulta difícil explicar algo que a nosotros, los mayores, nos parece obvio y natural. De todas maneras, asintieron contentas ante la perspectiva de nuevos descubrimientos.

Descendimos hasta el primer restaurante y, en el cruce, tomamos la carretera que conduce a Vozmediano. Al pasar junto a un gran letrero les dije que habíamos dejado atrás Aragón y estábamos en la comunidad de Castilla y León. Seis kilómetros más adelante entramos en el pueblo soriano. Estacioné el coche en la plaza, a la sombra de un gran árbol.

Por una de las calles tomamos el camino que conduce al nacedero, ante la mirada indiferente de un par de cuadrillas de jubilados que estaban echando la partida en la terraza de un pequeño bar.

Camino del nacedero
Enseguida llegamos al final del pueblo y continuamos por un sendero con valla de maderos, muy bien acondicionado, teniendo a nuestra derecha el cantarín lecho del río y a la izquierda un cerro pedregoso, culminado por un castillo, cuyas almenas y torre semi derruidas vigilaban nuestros pasos.

Castillo de Vozmediano
Al otro lado, unos operarios estaban limpiando la piscifactoría. Por fin, cuando ya empezaban a cansarse, llegamos a un claro, rodeado de frondosos árboles, por el que discurría el cauce, de unos tres metros de anchura, con un agua cristalina. Cruzamos el río a través de un rústico puente de madera y accedimos a la explanada cerrada donde se encuentra el nacimiento.

El agua sale a borbotones
Al pie de la roca, en el mismísimo suelo, el agua surge de una sima del Moncayo a borbotones, dando lugar a un alumbramiento que sorprende por su belleza y la pureza y abundancia de su caudal. Las niñas observaban fascinadas la ebullición de las aguas formado el torrente por el que se deslizaban vertiginosas, formando pequeñas cascadas, mostrando el cromatismo modelado por las arenas, los ruejos del fondo y las plantas acuáticas.

El río ya formado
Este manantial, cuyo flujo es el segundo mayor de Europa, en febrero de este año llegó a proporcionar 6.000 litros de agua por segundo, aunque la cantidad media se sitúa entre los 500 y 3.000 litros por segundo. Sin embargo tiene muy corta vida ya que, tras un recorrido de cuarenta y cinco kilómetros, vierte sus aguas al Ebro en Tudela. 

Las aguas descienden rápidas
Volvimos hacia el coche por la orilla del río, disfrutando de la frescura que emanaban sus aguas y de las luces y sombras del exuberante arbolado fluvial. Las niñas, que tienen un buen apetito, reclamaron la merienda al poco tiempo de ponernos en marcha.

Otro precioso rincón
Después de varios intentos, encontramos un lugar a salvo de los mosquitos, montamos la mesa y las sillas y ayudamos a nuestras nietas a dar buena cuenta de unos bocatas de jamón.  Lo prometido es deuda, y más con niños, así que, antes de llegar a Tarazona, nos desviamos hacia Los Fayos para enseñarles el pantano Del Val.

Presa del pantano Del Val
En lo alto del dique contemplaron a un lado el embalse, que a ellas les pareció enorme, y al otro, en la profundidad que daba vértigo, al pie de la presa, el pueblo de Los Fayos. No comprendían del todo que esa cantidad de agua proviniera del río que acababan de ver nacer.

El pueblo de Los Fayos
Con la tarde ya muy avanzada iniciamos el retorno hacia Tudela. Aún quisimos poner la guinda al pastel y les preguntamos si les apetecía ver otra balsa con mucha agua y patos. Ellas encantadas, de manera que nos dirigimos hacia Ablitas para contemplar la laguna de Lor. Al verla, sus caras eran todo un poema. 

- Mirad, ¿veis aquel puntito blanco en la mitad de la falda del Moncayo? pues ahí está el restaurante donde hemos comido.

La laguna de Lor

Ellas dejándose los ojos tratando del ver el dichoso puntito en el monte, y los chopos duplicándose invertidos en las aguas.

Se nos ha echado encima el ocaso
El sol nos despidió jugando a esconder sus rayos entre unos nubarrones, las sombras de la ribera y la tersa lámina del humedal. Cuando reiniciamos la marcha, las niñas, rendidas, se abandonaron y se sumieron en un profundo sueño reparador. 





domingo, 13 de septiembre de 2015

Haikus al atardecer



Singular vértigo
del índigo en la altura.
Atardecer.

Cae la tarde.
Reverbera el ocaso
en el alcor.



Felipe Tajafuerte
2015

jueves, 3 de septiembre de 2015

Rio Tinto


Hace algún tiempo comenté, en una entrada anterior, la costumbre adquirida de leer después de mis viajes algún libro relacionado con el lugar visitado. Tras nuestro paso por Moguer, uno de los pueblos que más me impactaron durante el recorrido por Huelva, tomé de nuevo en mis manos, no podía ser de otra manera, el juanrramoniano Platero y yo para darle un repaso después de los años transcurridos desde aquella primera lectura juvenil. Avanzada ésta, en el capítulo noventa y cinco, titulado El río, leo lo siguiente:
"Mira, Platero, cómo ha puesto el río entre las minas, el mal corazón y el padrastreo. Apenas si su agua roja recoge aquí y allá, esta tarde, entre el fango violeta y amarillo, el sol poniente; y por su cauce casi sólo pueden ir barcas de juguete. ¡Qué pobreza!"
Agua roja, fango violeta y amarillo
Inmediatamente acude a mi mente aquella soleada tarde de abril en la que, después de conocer las maravillas de la cueva de Aracena, dejando atrás los aromas de Jabugo, nos encaminamos hacia Minas de Río Tinto.

Maquinaria cerca de Cerro Colorado
Al borde de la carretera entre Zalamea la Real y Nerva se encuentra el mirador del Cerro Colorado, el enorme agujero cobrizo, irreal y silencioso de una de las explotaciones a cielo abierto, un profundo vacío de sin igual cromatismo, surcado por las atezadas cicatrices de los caminos para las máquinas, con una espesa agua oscura, con reflejos plomizos, embalsada en el fondo.

Cerro Colorado

El autobús nos dejó en la estación del actual tren turístico minero en el que íbamos a hacer un corto recorrido, unos doce kilómetros, por las vías del ferrocarril que unía los yacimientos de Riotinto con Huelva. 

Escorias
El súbito arranque de la máquina Diesel de los años 70 puso en marcha un arcaico ajetreo de ruedas metálicas y raíles. El inicio fue un tanto decepcionante, me había situado en la parte derecha del sentido de la marcha, con un panorama desolador y degradado, producto de la era post-industrial, en el que la naturaleza y el paisaje, alterado por la mano del hombre, se entremezclan desdibujando sus límites.

Las máquinas adornan el paisaje
El negro de los montones de detritos y escorias se alternaban con los marrones del óxido en un enviciado cementerio de máquinas e infraestructuras de hormigón y hierro obsoletas.

El agua rojiza busca su salida
El traqueteo fue en aumento y el panorama cambiando conforme íbamos avanzando siguiendo el curso del río. A nuestra izquierda, por el fondo del valle discurría una exigua corriente de agua color granate, formando pequeños remansos con reflejos plateados.

Reflejos junto a la estación de Los Frailes

Pequeñas pozas en el cauce
Acompañaban al río en su descenso una espectacular gama de tonalidades:  se combinaban, bajo un cielo desvaído, los rojos, amarillos, pardos, ocres, añiles, grises, verdes, violetas...  

Las tonalidades del cauce
Rincón sorprendente
Un paisaje verdaderamente impactante. Llegamos a la estación de Los Frailes, descendimos del tren mientras hacían las maniobras correspondientes para la vuelta y nos acercamos hasta la orilla para tocar las aguas rojas del río.

Puro cromatismo
El agua tiene una gran acidez por los metales pesados, pero no produce ninguna sensación al tocarla, sin embargo las manchas en la ropa no salen. En este agua sin vida aparente subsisten unas bacterias que se alimentan sólo de minerales y que han sido objeto de estudios encaminados a investigar la posible existencia de vida en Marte por su similitud con el planeta rojo.

El tren en su retorno al punto de partida

Subimos a los vagones de madera para regresar al punto de partida. En esta ocasión me dediqué a mi deporte favorito: la caza de imágenes. Durante los tres cuartos de hora invertidos en el regreso debo decir que disfruté de lo lindo con las numerosas capturas.

El discurrir del río
Esta breve excursión por la cuenca de Riotinto es algo mágico que se quedó grabado en nuestras retinas y en el recuerdo como unas de las experiencias más interesantes de nuestro viaje a Huelva.

Otro bello rincón del Rio Tinto
Es muy adecuado para los amantes de los paisajes, de la fotografía, de los ferrocarriles e incluso de la "arqueología" industrial. Todo ello no merma lo cierto y la belleza de las palabras de Juan Ramón Jiménez, también de Platero y yo, con las que finalizo esta entrada:

"El cobre de Riotinto lo ha envenenado todo...
Sólo queda, leve hilo de sangre de un muerto, mendigo harapiento y seco, la exangüe corriente del río, color de hierro igual que este ocaso rojo..."


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